Lucía
nace entorno al año 280 d.C, en Italia. Su Padre muere cuando ella era todavía
pequeña, y fue educada por su madre en la
Fe cristiana. Se consagró a Dios siendo muy joven, sin
embargo, mantuvo en secreto su voto de virginidad, de suerte que su madre la
exhortó a contraer matrimonio con un joven pagano. La santa dijo a su madre que
deseaba consagrarse a Dios y repartir su fortuna entre los pobres.
El
pretendiente de Lucía se indignó profundamente y delató a la joven como
cristiana ante el pro-cónsul. Éste la presionó cuanto pudo para convencerla a
que apostatara de la fe cristiana. Ella le respondió: "Es inútil que
insista. Jamás podrá apartarme del amor a mi Señor Jesucristo". El juez le
preguntó: "Y si la sometemos a torturas, ¿será capaz de resistir?".
La jovencita respondió: "Sí, porque los que creemos en Cristo y tratamos
de llevar una vida pura, tenemos al Espíritu Santo que vive en nosotros y nos
da fuerza, inteligencia y valor". El juez entonces la amenazó con llevarla
a una casa de prostitución para someterla a la fuerza a la ignominia. Ella le
respondió: "El cuerpo queda contaminado solamente si el alma
consciente". No pudieron llevar a cabo la sentencia pues Dios impidió que
los guardias pudiesen mover a la joven del sitio en que se hallaba. Entonces,
los guardias trataron de quemarla en la hoguera, pero también fracasaron.
Finalmente, la decapitaron. Pero aún con la garganta cortada, la joven siguió
exhortando a los fieles para que antepusieran los deberes con Dios a los de las
criaturas, hasta cuando los compañeros de fe, que estaban a su alrededor,
sellaron su conmovedor testimonio con la palabra "amén".
En
la Edad Media
se invocaba a santa Lucía contra las enfermedades de los ojos, probablemente
porque su nombre significa “Luz”. Ello dio origen a varias leyendas, como la de
que el tirano mandó a los guardias que le sacaran los ojos y ella recobró la
vista. Cuando ya muchos decían que Santa Lucia es pura leyenda, se probó su
historicidad con el descubrimiento, en 1894, de la inscripción sepulcral con su
nombre en las catacumbas de Siracusa. Su fama puede haber sido motivo para
embelezar su historia pero no cabe duda de que la santa vivió en el siglo IV.