VATICANO, 27 Oct. 13 / 10:49 am (ACI/EWTN Noticias).- Al recibir ayer en la plaza de San Pedro a la Peregrinación de las Familias a la tumba de San Pedro con ocasión del Año de la Fe, que ha reunido a más de 150 mil personas de todo el mundo en Roma, el Papa Francisco les exhortó a quedarse siempre “unidos a Jesús y llévenlo a todos con su testimonio”.
El Santo Padre saludó a los peregrinos reunidos bajo el lema “Familia, vive la alegría de la fe”, y aseguró que ha escuchado “sus experiencias, las historias que han contado. He visto tantos niños y tantos abuelos. He sentido el dolor de tantas familias que viven en situación de pobreza y de guerra. Escuché a los jóvenes que quieren casarse, a pesar de miles de dificultades, y entonces nos preguntamos: ¿Cómo es posible hoy vivir la alegría de la fe en familia?”.
“Yo me pregunto. ¿Es posible vivir esta alegría o no es posible? Hay una palabra de Jesús en el Evangelio de Mateo que nos viene al encuentro: ‘Vengan a mí, todos ustedes que están cansados y agobiados y yo los aliviaré’. Frecuentemente la vida es agotadora. También, tantas veces trágica. Lo hemos escuchado recientemente”.
El Santo Padre señaló que “el trabajo es un esfuerzo. Buscar trabajo es una fatiga, y encontrar trabajo hoy, requiere tanta fatiga. Pero aquello que pesa más en la vida no es esto. Aquello que pesa más de todas las cosas es la falta de amor. Pesa no recibir una sonrisa, no ser recibidos. Pesan ciertos silencios”.
“A veces, también en familia, entre marido y mujer, entre padres e hijos, entre hermanos. Sin amor el esfuerzo se hace más pesado, intolerable”.
El Papa recordó también a “los ancianos solos, en las familias que tienen que fatigar porque no reciben ayuda para sostener a quien en casa tiene necesidad de atención especial y cuidados. ‘Vengan a mí, todos ustedes que están cansados y oprimidos’ dice Jesús”.
“Queridas familias, el Señor conoce nuestras fatigas, las conoce; y conoce los pesos de nuestra vida. Pero el Señor conoce también nuestro profundo deseo de encontrar la alegría del descanso”.
“Ésta es la primera cosa que quiero compartir con ustedes, y es una palabra de Jesús ‘Vengan a mí, familias de todo el mundo –dice Jesús- y Yo les daré alivio’, para que su alegría sea plena. Y esta palabra de Jesús, llévenla a casa, llévenla en el corazón, compártanla en la familia. Nos invita a ir hacia Él para darnos y darles a todos la alegría. Nos invita a ir hacia él para tener la alegría”.
A continuación, Francisco les recordó a las familias que”quien se casa, en el sacramento, dice: ‘prometo serte fiel siempre, en la alegría y en el dolor, en la salud y en la enfermedad, y de amarte y honrarte todos los días de mi vida’.
“Los esposos en ese momento no saben qué ocurrirá. No saben qué alegrías y qué dolores les esperan. Parten como Abraham. Parten en camino juntos, y esto es el matrimonio. Partir y caminar juntos, de la mano, confiándose a la gran mano del Señor, de la mano siempre y para toda la vida, sin hacer caso a esta cultura del provisorio, que nos corta la vida en pedazos”.
El Papa subrayó que “los esposos cristianos no son ingenuos, conocen los problemas y peligros de la vida, pero no tienen miedo de asumir su responsabilidad delante de Dios y de la sociedad”.
“Sin escaparse, sin aislarnos, sin renunciar a la misión de formar una familia y traer al mundo a los hijos. ‘Pero hoy, padre, es difícil’. Cierto, es difícil, por eso es necesaria la gracia, la gracia que nos da el Sacramento”.
Los sacramentos, remarcó, “no están para adornar una vida. ‘Que bonito matrimonio, que linda la ceremonia, la fiesta’. Pero eso no es el sacramento, no es la gracia del sacramento, aquello es una decoración, y la gracia no es para decorar la vida, es para hacernos fuertes, para hacernos valientes, ¡para poder ir hacia delante! Sin aislarnos, siempre juntos”.
El Santo Padre recordó que “algunas semanas atrás, en esta plaza, dije que para llevar adelante una familia es necesario usar tres palabras. Quiero repetirlo, tres palabras: permiso, gracias, y perdón. Tres palabras claves”.
“Pedimos permiso para no ser invasivos. En familia: ¿puedo hacer esto? ¿te gusta que haga esto? Aquél lenguaje del pedir permiso”, dijo, para luego señalar que “damos gracias: gracias por el amor, pero dime, ¿cuántas veces al día le das las gracias a tu esposa? ¿Y tú a tu marido? ¿Cuántos días pasan sin decir esta palabra? ¡Gracias!”.
“Y la última, perdón. Todos nos equivocamos, y a veces alguno se ofende en la familia, en la pareja; fuerte algunas veces… Yo digo ‘vuelan los platos’, ¿eh? Se dicen palabras fuertes, pero escuchen este consejo: no terminen el día sin hacer las paces. La paz se rehace cada día en la familia. Pidiendo perdón: ‘perdóname’ y se recomienza de nuevo”.
Francisco también cuestionó a las familias si es que “¿ustedes escuchan a los abuelos? ¿Ustedes abren su corazón a la memoria que nos dan los abuelos? ¡Los abuelos son la sabiduría de la familia, son la sabiduría de un pueblo! ¡Y un pueblo que no escucha a los abuelos, es un pueblo que muere! ¡Escuchen a los abuelos!”.
“María y José son la familia santificada por la presencia de Jesús, que es el cumplimiento de todas las promesas. Cada familia, como aquella de Nazaret, está insertada en la historia de un pueblo, que no puede existir sin las generaciones precedentes. Por eso hoy tenemos a los abuelos y a los niños. Los niños aprenden de los abuelos, de la generación precedente”.
“Querida familia, también ustedes son parte del Pueblo de Dios. Caminen con alegría juntos a este Pueblo. ¡Quédense siempre unidos a Jesús y llévenlo a todos con su testimonio!”, exhortó.
“Les agradezco que hayan venido. Juntos hagamos nuestras las palabras de San Pedro que nos darán fuerza. Nos darán fuerza en los momentos difíciles. ‘Señor, ¿a quién iremos? Sólo Tú tienes palabras de vida eterna’. Con la gracia de Cristo, vivan la alegría de la fe”.
El Santo Padre saludó a los peregrinos reunidos bajo el lema “Familia, vive la alegría de la fe”, y aseguró que ha escuchado “sus experiencias, las historias que han contado. He visto tantos niños y tantos abuelos. He sentido el dolor de tantas familias que viven en situación de pobreza y de guerra. Escuché a los jóvenes que quieren casarse, a pesar de miles de dificultades, y entonces nos preguntamos: ¿Cómo es posible hoy vivir la alegría de la fe en familia?”.
“Yo me pregunto. ¿Es posible vivir esta alegría o no es posible? Hay una palabra de Jesús en el Evangelio de Mateo que nos viene al encuentro: ‘Vengan a mí, todos ustedes que están cansados y agobiados y yo los aliviaré’. Frecuentemente la vida es agotadora. También, tantas veces trágica. Lo hemos escuchado recientemente”.
El Santo Padre señaló que “el trabajo es un esfuerzo. Buscar trabajo es una fatiga, y encontrar trabajo hoy, requiere tanta fatiga. Pero aquello que pesa más en la vida no es esto. Aquello que pesa más de todas las cosas es la falta de amor. Pesa no recibir una sonrisa, no ser recibidos. Pesan ciertos silencios”.
“A veces, también en familia, entre marido y mujer, entre padres e hijos, entre hermanos. Sin amor el esfuerzo se hace más pesado, intolerable”.
El Papa recordó también a “los ancianos solos, en las familias que tienen que fatigar porque no reciben ayuda para sostener a quien en casa tiene necesidad de atención especial y cuidados. ‘Vengan a mí, todos ustedes que están cansados y oprimidos’ dice Jesús”.
“Queridas familias, el Señor conoce nuestras fatigas, las conoce; y conoce los pesos de nuestra vida. Pero el Señor conoce también nuestro profundo deseo de encontrar la alegría del descanso”.
“Ésta es la primera cosa que quiero compartir con ustedes, y es una palabra de Jesús ‘Vengan a mí, familias de todo el mundo –dice Jesús- y Yo les daré alivio’, para que su alegría sea plena. Y esta palabra de Jesús, llévenla a casa, llévenla en el corazón, compártanla en la familia. Nos invita a ir hacia Él para darnos y darles a todos la alegría. Nos invita a ir hacia él para tener la alegría”.
A continuación, Francisco les recordó a las familias que”quien se casa, en el sacramento, dice: ‘prometo serte fiel siempre, en la alegría y en el dolor, en la salud y en la enfermedad, y de amarte y honrarte todos los días de mi vida’.
“Los esposos en ese momento no saben qué ocurrirá. No saben qué alegrías y qué dolores les esperan. Parten como Abraham. Parten en camino juntos, y esto es el matrimonio. Partir y caminar juntos, de la mano, confiándose a la gran mano del Señor, de la mano siempre y para toda la vida, sin hacer caso a esta cultura del provisorio, que nos corta la vida en pedazos”.
El Papa subrayó que “los esposos cristianos no son ingenuos, conocen los problemas y peligros de la vida, pero no tienen miedo de asumir su responsabilidad delante de Dios y de la sociedad”.
“Sin escaparse, sin aislarnos, sin renunciar a la misión de formar una familia y traer al mundo a los hijos. ‘Pero hoy, padre, es difícil’. Cierto, es difícil, por eso es necesaria la gracia, la gracia que nos da el Sacramento”.
Los sacramentos, remarcó, “no están para adornar una vida. ‘Que bonito matrimonio, que linda la ceremonia, la fiesta’. Pero eso no es el sacramento, no es la gracia del sacramento, aquello es una decoración, y la gracia no es para decorar la vida, es para hacernos fuertes, para hacernos valientes, ¡para poder ir hacia delante! Sin aislarnos, siempre juntos”.
El Santo Padre recordó que “algunas semanas atrás, en esta plaza, dije que para llevar adelante una familia es necesario usar tres palabras. Quiero repetirlo, tres palabras: permiso, gracias, y perdón. Tres palabras claves”.
“Pedimos permiso para no ser invasivos. En familia: ¿puedo hacer esto? ¿te gusta que haga esto? Aquél lenguaje del pedir permiso”, dijo, para luego señalar que “damos gracias: gracias por el amor, pero dime, ¿cuántas veces al día le das las gracias a tu esposa? ¿Y tú a tu marido? ¿Cuántos días pasan sin decir esta palabra? ¡Gracias!”.
“Y la última, perdón. Todos nos equivocamos, y a veces alguno se ofende en la familia, en la pareja; fuerte algunas veces… Yo digo ‘vuelan los platos’, ¿eh? Se dicen palabras fuertes, pero escuchen este consejo: no terminen el día sin hacer las paces. La paz se rehace cada día en la familia. Pidiendo perdón: ‘perdóname’ y se recomienza de nuevo”.
Francisco también cuestionó a las familias si es que “¿ustedes escuchan a los abuelos? ¿Ustedes abren su corazón a la memoria que nos dan los abuelos? ¡Los abuelos son la sabiduría de la familia, son la sabiduría de un pueblo! ¡Y un pueblo que no escucha a los abuelos, es un pueblo que muere! ¡Escuchen a los abuelos!”.
“María y José son la familia santificada por la presencia de Jesús, que es el cumplimiento de todas las promesas. Cada familia, como aquella de Nazaret, está insertada en la historia de un pueblo, que no puede existir sin las generaciones precedentes. Por eso hoy tenemos a los abuelos y a los niños. Los niños aprenden de los abuelos, de la generación precedente”.
“Querida familia, también ustedes son parte del Pueblo de Dios. Caminen con alegría juntos a este Pueblo. ¡Quédense siempre unidos a Jesús y llévenlo a todos con su testimonio!”, exhortó.
“Les agradezco que hayan venido. Juntos hagamos nuestras las palabras de San Pedro que nos darán fuerza. Nos darán fuerza en los momentos difíciles. ‘Señor, ¿a quién iremos? Sólo Tú tienes palabras de vida eterna’. Con la gracia de Cristo, vivan la alegría de la fe”.