Meditamos el Rosario de la Caridad del Padre Gustavo Jamut
Concluido el rezo del Santo Rosario, le ofrecemos a nuestra Madre, el quinto día de novena.
Nos ponemos en presencia de Dios: en el nombre del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
Oración Inicial
Hoy te pedimos
por Argentina, por nuestro Santo Padre, por nuestro pueblo. Ilumina nuestra
patria con el sol de justicia, con la luz de una mañana nueva, que es la luz de
Jesús. Enciende el fuego nuevo del amor entre hermanos.
Unidos estamos bajo la celeste y blanca de nuestra bandera, y
los colores de tu manto, para contarte que: hoy falta el pan material en
muchas, muchas casas, pero también falta el pan de la verdad y la justicia en
muchas mentes. Falta el pan del amor entre hermanos y falta el pan de Jesús en
los corazones.
*** Canto ***
Desde el
cielo, el negro Manuel nos anima a acercar a la Virgen a nuestros hermanos y a
rezar por sus necesidades.
La primera ermita que le construyeron
a la Virgen estuvo terminada en 1633. Pero a pesar de que crecía la fama de los
milagros y gracias que Ella concedía, el lugar quedó más tarde abandonado
durante unos cuarenta años. Sólo el negro Manuel mantuvo vivo en ese tiempo el
culto a “Nuestra Señora de Luján”, como ya se la acostumbraba a llamar. Él era
quien recibía a los peregrinos, rezaba por sus necesidades, cuidaba de la ermita
y de la imagen, y contaba la historia del milagro.
Su gran amor a la Señora y la
fidelidad a su servicio durante esos años, permitieron que hoy conservemos la
imagen de la Virgen y guardemos en la memoria su presencia milagrosa entre
nosotros.
Escuchamos con
atención la Palabra de Dios
Del evangelio
de san Mateo:
“En aquel tiempo, Jesús dijo: ‘Te
alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a
los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre,
porque así lo has querido. Vengan a mí todos los que están afligidos y
agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí,
porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi
yugo es suave y mi carga liviana’. ” (11, 25-26. 28-30)
Recemos con el
Salmo 27
Respondemos: Señor, no
me dejes ni me abandones!
El Señor es mi
luz y mi salvación,
¿a quién
temeré?
El Señor es el
baluarte de mi vida,
¿ante quién
temblaré?
Señor, no me
dejes ni me abandones!
mi corazón no
temerá;
aunque estalle
una guerra contra mí,
no perderé la
confianza.
Señor, no me
dejes ni me abandones!
No alejes con
ira a tu servidor,
tú, que eres
mi ayuda;
no me dejes ni
me abandones,
mi Dios y mi
salvador.
Aunque mi
padre y mi madre me abandonen,
el Señor me
recibirá.
Señor, no me
dejes ni me abandones!
Yo creo que
contemplaré la bondad del Señor
en la tierra
de los vivientes.
Espera en el
Señor y sé fuerte;
ten valor y
espera en el Señor.
Señor, no me
dejes ni me abandones!
Gloria al
Padre, al Hijo y al Espíritu Santo...
- Breve silencio para reflexionar.
Oración Final
Te pedimos madre, que extingas el
odio, que ahogues las ambiciones desmedidas, que arranques el ansia febril de
solamente los bienes materiales y derrama sobre nuestro suelo, la semilla de la
humildad, de la comprensión. Ahoga la mala hierba de la soberbia, que ningún
Caín pueda plantar su tienda sobre nuestro suelo, pero tampoco que ningún Abel
inocente bañe con su sangre nuestras calles.
Haz madre que comprendamos que somos
hermanos, nacidos bajo un mismo cielo, y bajo una misma bandera. Que sufrimos
todos juntos las mismas penas y las mismas alegrías. Ilumina nuestra esperanza,
alivia nuestra pobreza material y espiritual y que tomados de tu mano digamos
más fuerte que nunca: ¡Argentina!... ¡Argentina, canta y camina!
Virgen de Luján: Ruega por nosotros y
por nuestra Patria!
Ave María Purísima: Sin pecado
concebida!