REDACCION CENTRAL, 25 Mar. 16 / 04:42 am (ACI).- El Sermón de las 7 palabras es una reflexión sobre las últimas palabras que Jesucristo pronunció en la Cruz.
Esta práctica se inició con el sacerdote jesuita Francisco del Castillo, quien nació en Lima en el año 1615. En el año 1660, del Castillo realizó una prédica durante el Viernes Santo en la que comparó el sufrimiento de Cristo con los padecimientos de los esclavos e indígenas. Este sermón se extendió por 3 horas. Desde entonces, se efectuaban estos sermones de las siete palabras cada Viernes Santo en el Perú. Posteriormente, esta práctica se extendió al resto de América y a Europa.
Según el párroco, la tradición de “Las 7 palabras de Jesús” es importante porque resume el código del cristiano. Cada palabra tiene un significado y un sentido. La frase “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen” destaca la actitud piadosa de Jesús, quien ora por sus verdugos.
Otras palabras que se consideran como una promesa son las que Cristo dirigió al buen ladrón: “Tú estarás conmigo en el paraíso”. También las frases dichas a Juan representan la entrega de su madre a la humanidad.
Para el P. Jiménez, estas palabras representan la culminación de toda la obra redentora de Cristo. Cristo se entrega al Padre sabiendo que su misión ha concluido y con la plena confianza de que resucitará al tercer día.
Meditación
de las 7 palabras de Jesús en la Cruz
Oración
Jesús
en la Cruz aboga:
da
al ladrón: lega su Madre:
quéjase:
la sed le ahoga:
cumple:
entrega el alma al Padre
Al
Calvario hay que llegar
porque
Cristo, nuestra Luz,
hoy
también nos quiere hablar
desde
el ara de la Cruz.
¡Virgen
de dolores y Madre mía! Que, como Tú, acompañe yo siempre a tu Hijo en vida,
redención y muerte. Y después de glorificado en la tierra, le glorifique por
toda la eternidad, junto a Él y junto a Ti. Te lo pido por tu aflicción y
martirio, al pie de la Cruz. Asísteme siempre especialmente en este último
momento del combate cristiano que abrirá la eternidad feliz, en compañía de tu
Hijo. Así sea.
Señor
pequé, Ten piedad y misericordia de mí.
Primera
Palabra:
"Padre,
perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lc 23,34)
Aunque
he sido tu enemigo,
mi
Jesús: como confieso,
ruega
por mí: que, con eso,
seguro
el perdón consigo.
Cuando
loco te ofendí,
no
supe lo que yo hacía:
sé,
Jesús, del alma mía
y
ruega al Padre por mí
Señor
y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la cruz para pagar con tu sacrificio
la deuda de mis pecados, y abriste tus divinos labios para alcanzarme el perdón
de la divina justicia: ten misericordia de todos los hombres que están
agonizando y de mí cuando me halle en igual caso: y por los méritos de tu
preciosísima Sangre derramada para mi salvación, dame un dolor tan intenso de
mis pecados, que expire con él en el regazo de tu infinita misericordia.
Señor
pequé, Ten piedad y misericordia de mí.
Segunda
Palabra:
"Hoy
estarás conmigo en el Paraíso" (Lc 23, 43)
Vuelto
hacia Ti el Buen Ladrón
con
fe te implora tu piedad:
yo
también de mi maldad
te
pido, Señor, perdón.
Si
al ladrón arrepentido
das
un lugar en el Cielo,
yo
también, ya sin recelo
la
salvación hoy te pido.
Señor
y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la Cruz y con tanta generosidad
correspondiste a la fe del buen ladrón, cuando en medio de tu humillación
redentora te reconoció por Hijo de Dios, hasta llegar a asegurarle que aquel
mismo día estaría contigo en el Paraíso: ten piedad de todos los hombres que
están para morir, y de mí cuando me encuentre en el mismo trance: y por los
méritos de tu sangre preciosísima, aviva en mí un espíritu de fe tan firme y
tan constante que no vacile ante las sugestiones del enemigo, me entregue a tu
empresa redentora del mundo y pueda alcanzar lleno de méritos el premio de tu
eterna compañía.
Señor
pequé, Ten piedad y misericordia de mí.
Tercera
Palabra:
"He
aquí a tu hijo: he aquí a tu Madre" (Jn 19, 26)
Jesús
en su testamento a su Madre Virgen da:
¿y
comprender quién podrá de María el sentimiento?
Hijo
tuyo quiero ser,
sé
Tu mi Madre Señora:
que
mi alma desde a ahora
con
tu amor va a florecer.
Señor
y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la Cruz y , olvidándome de tus
tormentos, me dejaste con amor y comprensión a tu Madre dolorosa, para que en
su compañía acudiera yo siempre a Ti con mayor confianza: ten misericordia de
todos los hombres que luchan con las agonías y congojas de la muerte, y de mí
cuando me vea en igual momento; y por el eterno martirio de tu madre
amantísima, aviva en mi corazón una firme esperanza en los méritos infinitos de
tu preciosísima sangre, hasta superar así los riesgos de la eterna condenación,
tantas veces merecida por mis pecados.
Señor
pequé, Ten piedad y misericordia de mí.
Cuarta
Palabra:
"Dios
mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (Mt 27, 46)
Desamparado
se ve
de
su Padre el Hijo amado,
maldito
siempre el pecado
que
de esto la causa fue.
Quién
quisiera consolar
a
Jesús en su dolor,
diga
en el alma: Señor,
me
pesa: no mas pecar.
Señor
y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la Cruz y tormento tras tormento,
además de tantos dolores en el cuerpo, sufriste con invencible paciencia la mas
profunda aflicción interior, el abandono de tu eterno Padre; ten piedad de
todos los hombres que están agonizando, y de mí cuando me haye también el la
agonía; y por los méritos de tu preciosísima sangre, concédeme que sufra con
paciencia todos los sufrimientos, soledades y contradicciones de una vida en tu
servicio, entre mis hermanos de todo el mundo, para que siempre unido a Ti en
mi combate hasta el fin, comparta contigo lo mas cerca de Ti tu triunfo eterno.
Señor
pequé, Ten piedad y misericordia de mí.
Quinta
Palabra:
"Tengo
sed" (Jn 19, 28)
Sed,
dice el Señor, que tiene;
para
poder mitigar la sed que así le hace hablar,
darle
lágrimas conviene.
Hiel
darle, ya se le ha visto: la prueba, mas no la bebe:
¿Cómo
quiero yo que pruebe la hiel de mis culpas Cristo?
Señor
y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la Cruz, y no contento con tantos
oprobios y tormentos, deseaste padecer más para que todos los hombres se
salven, ya que sólo así quedará saciada en tu divino Corazón la sed de almas;
ten piedad de todos los hombres que están agonizando y de mí cuando llegue a
esa misma hora; y por los méritos de tu preciosísima sangre, concédeme tal
fuego de caridad para contigo y para con tu obra redentora universal, que sólo
llegue a desfallecer con el deseo de unirme a Ti por toda la eternidad.
Señor
pequé, Ten piedad y misericordia de mí.
Sexta
Palabra:
"Todo
está consumado" (Jn 19,30)
Con
firme voz anunció Jesús, ensangrentado,
que
del hombre y del pecado
la
redención consumó.
Y
cumplida su misión,
ya
puede Cristo morir,
y
abrirme su corazón
para
en su pecho vivir.
Señor
y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la Cruz, y desde su altura de amor y
de verdad proclamaste que ya estaba concluida la obra de la redención, para que
el hombre, hijo de ira y perdición, venga a ser hijo y heredero de Dios; ten
piedad de todos los hombres que están agonizando, y de mí cuando me halle en
esos instantes; y por los méritos de tu preciosísima sangre, haz que en mi
entrega a la obra salvadora de Dios en el mundo, cumpla mi misión sobre la
tierra, y al final de mi vida, pueda hacer realidad en mí el diálogo de esta
correspondencia amorosa: Tú no pudiste haber hecho más por mí; yo, aunque a
distancia infinita, tampoco puede haber hecho más por Ti.
Señor
pequé, Ten piedad y misericordia de mí.
Séptima
Palabra:
"Padre,
en tus manos encomiendo mi espíritu" (Lc 23, 46)
A su
eterno Padre, ya el espíritu encomienda;
si
mi vida no se enmienda,
¿en
qué manos parará?
En
las tuyas desde ahora
mi
alma pongo, Jesús mío;
guardaría
allí yo confío
para
mi última hora.
Señor
y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la Cruz, y aceptaste la voluntad de
tu eterno Padre, resignando en sus manos tu espíritu, para inclinar después la
cabeza y morir ; ten piedad de todos los hombres que sufren los dolores de la
agonía, y de mí cuando llegue esa tu llamada; y por los méritos de tu
preciosísima sangre concédeme que te ofrezca con amor el sacrificio de mi vida
en reparación de mis pecados y faltas y una perfecta conformidad con tu divina
voluntad para vivir y morir como mejor te agrade, siempre mi alma en tus manos.
Señor
pequé, Ten piedad y misericordia de mí.
Oración
Final
1
Padre Nuestro, 1 Ave María, 1 Gloria