Hoy,
celebramos junto con toda la
Iglesia , la
Presentación en el Templo de la niña Santa María.
Es
en una antigua y piadosa tradición que encontramos los orígenes de esta fiesta
mariana que surge en el escrito apócrifo llamado "Protoevangelio de
Santiago".
¿Fue
presentada María en el Templo de Jerusalén? Seguramente, como todo hijo e hija
era presentado a Dios y se ofrecía por él/ella un tributo a Dios, tanto para
agradecer el buen nacimiento como para invocar protección sobre el vástago. Se
hace eco de la fe profunda de la
Iglesia ya desde sus primeros instantes: aunque en su familia
y en su pueblo no lo hayan visto, María venía siendo «preparada» como nueva
Arca de la nueva Alianza desde toda la eternidad; y eso es a lo que la
leyenda, en definitiva, apunta: a poner en evidencia que el papel de María en
la historia de la salvación no es casual ni azaroso, ni tampoco el fruto de una
decisión momentánea. Así como habrá sorprendido a María verse envuelta por el
anuncio angélico, así también es cierto que toda su vida era un recto y firme
encaminarse hacia una fidelidad plena y absoluta, hacia una completa
disposición a quien la había elegido desde toda la eternidad para que se
realizara en ella un misterio que recién terminará de comprender -como Iglesia
y como figura de la Iglesia
que ella misma es- con la luz del Espíritu Santo
Por
más que, desde luego, todos estos pensamientos sobre María sean muy simbólicos,
muy poéticos y muy agradables, no debemos sin embargo olvidar que no tenemos
ninguna clase de fuente fidedigna para conocer la prehistoria de Jesús (e
incluso muchos aspectos de su historia cotidiana); por ello el
nuevo Martirologio quiere dejar bien explícito que el motivo de esta fiesta se
relaciona más con una realidad cultual y de la vida concreta cristiana que con
leyendas piadosas: es en definitiva la fiesta de la dedicación de la basílica
de Santa María la Nueva ,
de Jerusalén, realizada el 20 de noviembre del año 543. Como fiesta
litúrgica no es muy antigua, ni en Occidente ni en Oriente, donde tuvo su
origen, quizás hacia el siglo X. En Occidente se celebraba con cierta
solemnidad en el siglo XI en Inglaterra, pero después cayó de nuevo en el
olvido, y a finales del siglo XIV se volvió a conmemorar en la Iglesia latina, hasta que
en 1585 el papa Sixto V la inscribió en el calendario general.