“La enseñanza se la tenemos que dar los padres”
Graciela Paz vive con su esposo y sus hijos en Colonia San Francisco, un barrio con unas setenta familias de condición humilde. Allí, desde hace muchos años, administra un merendero que funciona también como salón de apoyo escolar y otras actividades destinadas a contener y acompañar a niños y adolescentes.
“Esto era un rancho -recuerda Graciela- que he prestado en 1992. Después hicimos el salón. Los niños venían a catecismo aquí porque la capilla queda lejos. Hoy muchos de ellos ya son grandes y tienen sus familias. Los chicos que ahora vienen en época escolar son treinta y cinco, y al merendero vienen unos setenta u ochenta”.
La historia del trabajo que lleva adelante Graciela se entrelaza también con su propia historia personal: “Tuve un nieto de diez años, desde hace cinco años fallecido. Iba a quinto grado. Y es por eso que siempre les digo a las mamás que tienen que cuidar a nuestros niños. Justo ha llegado Emaús en ese momento difícil. El apoyo a los chicos me ha ayudado mucho”, comenta con emoción.
El barrio donde vive Graciela cuenta con una infraestructura muy limitada. “Principalmente –explica-, la gente sufre por falta de agua. No nos llega, los caños llegan hasta la mitad del barrio, pero al fondo no hay agua. Por otro lado, cuando llueve, los chiquitos no pueden venir al apoyo ni van al colegio porque la escuela queda a treinta o cuarenta cuadras, y cuando hay temporal tampoco se trabaja y la gente va al sur”.
Al referirse a esta realidad, Graciela afirma con claridad: “Hay familias que tienen muchos chicos, y quisiera que tengan educación. Les digo a las mamás que sigan el buen camino, la educación, la religión, que aprovechen la oportunidad del apoyo escolar. La enseñanza se la tenemos que dar los padres”, concluye.
Mucho más que un servicio de apoyo
Noelia Rojas estudia en el profesorado de Lengua y Literatura de Añatuya, tiene 19 años y todas las mañanas brinda clases de apoyo escolar a unos 20 niños en el Barrio Colonia San Francisco. Ella puede llevar adelante sus estudios gracias a la beca terciaria que Cáritas le ofrece a través del proyecto educativo Emaús, y agradece esta posibilidad con su trabajo, que realiza en un salón de Cáritas que por las tardes funciona como merendero.
“Hace dos años que estoy aquí en Colonia San Francisco –cuenta Noelia- y la primera vez me ha resultado muy duro poder tratar con ellos. Pero como también estoy en el grupo de Mochileros, en el grupo de scouts y soy catequista, es como que ya nos llevamos muy bien. Es un trato muy bueno que tienen ellos hacia mí”.
La realidad del barrio es muy difícil: sin agua corriente en muchos sectores, caminos que se vuelven intransitables con la lluvia, falta de infraestructura y servicios básicos. Allí viven familias muy pobres y muy numerosas, en las cuales los niños empiezan a trabajar a temprana edad para contribuir al sustento familiar.
“Aquí es otra realidad en todo sentido –explica Noelia-. En este sector de Colonia San Francisco, los chicos necesitan amor más que nada. Hay que saber tratar con ellos porque son de familias humildes, y quizás porque son muchos hermanos la mamá no puede dedicarse tanto a cada uno de ellos. Es por eso también que mis otros compañeros no se animan a venir aquí; en otros espacios educativos, en otros barrios no se vive esta realidad”.
Noelia describe su preocupación por los niños que acompaña cotidianamente: “Nadie los puede orientar en lo que tienen que hacer para llevar a la escuela. Se ponen tristes cuando las maestras les mandan notas y es porque en su casa no tienen el apoyo de sus madres, ya que ellas no han terminado la primaria y no tienen idea de la enseñanza que están dando hoy las escuelas”.
Además, continúa, “las familias generalmente trabajan, tienen sus ladrillerías y sus fábricas de carbón. Muchos de los chicos que están aquí, sobre todo los varones, también trabajan a la par de sus padres, y hay familias en que todos trabajan. Si los chicos no quieren venir al curso de apoyo, a los padres les da lo mismo y no se preocupan tanto. Es una lástima porque el día de mañana, cuando sus padres no estén, no van a tener un título con el que defenderse”.
En medio de estas dificultades, la mayor motivación que alienta su trabajo es el amor a los niños. “Hace dos años que estoy trabajando aquí, he visto cada una de sus caras, la alegría y las ganas de aprender. Me llevo los más lindos recuerdos de ellos. El día que no esté más en el espacio educativo del Plan Emaús seguiría viniendo porque es una necesidad, porque estoy dispuesta a dar mi servicio y más que nada, amor a los chicos”, concluye Noelia.