lunes, 31 de marzo de 2014

"Caminar hacia las promesas de Dios" - Homilía del Papa Francisco (Lunes 31/03/14)




No vagabundear por la vida, incluida la del espíritu, sino ir derechos hacia la meta, que para un cristiano quiere decir seguir las promesas de Dios, que jamás decepcionan. Es la enseñanza del Papa Francisco en su homilía de la Misa celebrada en la Casa de Santa Marta.

Hay cristianos que se fían de las promesas de Dios y las siguen a lo largo de la vida. Hay otros cuya vida de fe se estanca y hay otros aún convencidos de progresar y que, en cambio, hacen sólo “turismo existencial”. 

El Papa hizo una distinción acerca de tres tipos de creyentes, que tienen el común denominador de saber que la vida cristiana es un itinerario, pero que son divergentes en el modo de recorrerlo o no recorrerlo de ninguna manera.

Ante todo, inspirándose en el pasaje de Isaías de la primera Lectura, Francisco explicó que Dios siempre “antes de pedir algo, promete”. Y añadió que su promesa es la de una vida nueva y la de una vida de “alegría”. Aquí, dijo, está “el fundamento principal de la virtud de la esperanza: confiar en las promesas de Dios” – sabiendo que Él jamás “decepciona” – puesto que la esencia de la vida cristiana es “caminar hacia las promesas”. 

Pero hay cristianos que tienen “la tentación de detenerse”: “¡Tantos cristianos detenidos! Tenemos tantos detrás que tienen una esperanza débil. Sí creen que existe el Cielo y que todo irá bien. Está bien que lo crean, ¡pero no lo buscan! Cumplen los mandamientos, los preceptos: todo, todo… Pero están detenidos. 
El Señor no puede hacer de ellos levadura en su pueblo, porque no caminan. Y esto es un problema: los detenidos. 

Después hay otros entre ellos y nosotros, que se equivocan de camino: todos nosotros algunas veces nos hemos equivocado de camino, esto lo sabemos. El problema no es equivocarse de camino; el problema es no regresar cuando uno se da cuenta de haberse equivocado”.

El modelo de quien cree y sigue lo que la fe le indica es el funcionario del rey descrito en el Evangelio, que pide a Jesús la curación de un hijo enfermo y no duda un instante en ponerse en camino hacia casa cuando el Maestro le asegura que la ha obtenido. 

Opuesto a este hombre, afirmó el Papa, es quizás, el grupo “más peligroso”, en el que están aquellos que “se engañan a sí mismos: los que caminan pero no hacen camino”: “Son los cristianos errantes: giran, giran como si la vida fuera un turismo existencial, sin meta, sin tomar las promesas en serio. Aquellos que giran y se engañan, porque dicen: ‘¡Yo camino!’. No, tú no caminas: tú giras. Los errantes… 

En cambio, el Señor nos pide que no nos detengamos, que no nos equivoquemos de camino y que no giremos por la vida. Girar por la vida... Nos pide que miremos las promesas, que vayamos adelante con las promesas como ese hombre, como ese hombre: ¡ese hombre creyó en la palabra de Jesús! La fe nos pone en camino hacia las promesas. La fe en las promesas de Dios”.

“Nuestra condición de pecadores hace que nos equivoquemos de camino”, reconoció el Papa Francisco, si bien aseguró que: “El Señor nos da siempre la gracia de volver”:

“La Cuaresma es un tiempo hermoso para pensar si estoy en camino o si estoy demasiado quieto: conviértete. O si me he equivocado de camino: pero ve a confesarte y retoma el camino. O si soy un turista teologal, uno de estos que hacen el giro de la vida pero jamás dan un paso hacia adelante. Y pido al Señor la gracia de retomar el camino, de ponerme en camino, pero hacia las promesas”.

(María Fernanda Bernasconi – RV).


domingo, 30 de marzo de 2014

Domingo: Día de Señor - La Liturgia




30 de Marzo: Domingo IV de Cuaresma. Morado o rosado

1ª Lectura 1Sam 16, 1b. 5b-7. 10-13a

Lectura del primer libro de Samuel.

El Señor dijo a Samuel: “¡Llena tu frasco de aceite y parte! Yo te envío a Jesé, el de Belén, porque he visto entre sus hijos al que quiero como rey”. Samuel fue, purificó a Jesé y a sus hijos y los invitó al sacrificio. Cuando ellos se presentaron, Samuel vio a Eliab y pensó: “Seguro que el Señor tiene ante él a su ungido”. Pero el Señor dijo a Samuel: “No te fijes en su aspecto ni en lo elevado de su estatura, porque yo lo he descartado. Dios no mira como mira el hombre; porque el hombre ve las apariencias, pero Dios ve el corazón”. Así Jesé hizo pasar ante Samuel a siete de sus hijos, pero Samuel dijo a Jesé: “El Señor no ha elegido a ninguno de estos”. Entonces Samuel preguntó a Jesé: “¿Están aquí todos los muchachos?”. Él respondió: “Queda todavía el más joven, que ahora está apacentando el rebaño”. Samuel dijo a Jesé: “Manda a buscarlo, porque no nos sentaremos a la mesa hasta que llegue aquí”. Jesé lo hizo venir: era de tez clara, de hermosos ojos y buena presencia. Entonces el Señor dijo a Samuel: “Levántate y úngelo, porque es este”. Samuel tomó el frasco de óleo y lo ungió en presencia de sus hermanos. Y desde aquel día, el espíritu del Señor descendió sobre David.
Palabra de Dios.

Comentario

El pueblo va a tener un nuevo rey. Pero Dios da indicaciones a Samuel: tiene que reconocer a quien Dios elija. Este profeta tendrá que hacer un gran esfuerzo para no elegir a quien él quiera o incluso al que considere que es más apropiado para el cargo.

Salmo 22, 1-6

R. El Señor es mi pastor, nada me puede faltar.
El Señor es mi pastor, nada me puede faltar. Él me hace descansar en verdes praderas, me conduce a las aguas tranquilas y repara mis fuerzas. R.
Me guía por el recto sendero, por amor de su Nombre. Aunque cruce por oscuras quebradas, no temeré ningún mal, porque tú estás conmigo: tu vara y tu bastón me infunden confianza. R.
Tú preparas ante mí una mesa, frente a mis enemigos; unges con óleo mi cabeza y mi copa rebosa. R.
Tu bondad y tu gracia me acompañan a lo largo de mi vida; y habitaré en la Casa del Señor, por muy largo tiempo. R.

2ª Lectura Ef 5, 8-14

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso.

Hermanos: Antes, ustedes eran tinieblas, pero ahora son luz en el Señor. Vivan como hijos de la luz. Ahora bien, el fruto de la luz es la bondad, la justicia y la verdad. Sepan discernir lo que agrada al Señor, y no participen de las obras estériles de las tinieblas; al contrario, pónganlas en evidencia. Es verdad que resulta vergonzoso aun mencionar las cosas que esa gente hace ocultamente. Pero cuando se las pone de manifiesto, aparecen iluminadas por la luz, porque todo lo que se pone de manifiesto es luz. Por eso se dice: “Despiértate, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo te iluminará”.
Palabra de Dios.

Comentario

En los momentos oscuros de la vida, en un camino muchas veces incierto, en las calles cruzadas sin luz, Dios viene a decirnos: “Vos mismo sos luz”. La misma condición de cristianos es la que nos permite caminar en medio de las oscuridades, porque caminamos desde la fe, no desde certezas.

Evangelio (Relato largo) Jn 9, 1-41

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.

Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Sus discípulos le preguntaron: “Maestro, ¿quién ha pecado, él o sus padres, para que haya nacido ciego?”. “Ni él ni sus padres han pecado –respondió Jesús–; nació así para que se manifiesten en él las obras de Dios. Debemos trabajar en las obras de Aquel que me envió, mientras es de día; llega la noche, cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo”. Después que dijo esto, escupió en la tierra, hizo barro con la saliva y lo puso sobre los ojos del ciego, diciéndole: “Ve a lavarte a la piscina de Siloé”, que significa “Enviado”. El ciego fue, se lavó y, al regresar, ya veía. Los vecinos y los que antes lo habían visto mendigar, se preguntaban: “¿No es este el que se sentaba a pedir limosna?”. Unos opinaban: “Es el mismo”. “No –respondían otros–, es uno que se le parece”. Él decía: “Soy realmente yo”. Ellos le dijeron: “¿Cómo se te han abierto los ojos?”. Él respondió: “Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, lo puso sobre mis ojos y me dijo: ‘Ve a lavarte a Siloé’. Yo fui, me lavé y vi”. Ellos le preguntaron: “¿Dónde está?”. Él respondió: “No lo sé”. El que había sido ciego fue llevado ante los fariseos. Era sábado cuando Jesús hizo barro y le abrió los ojos. Los fariseos, a su vez, le preguntaron cómo había llegado a ver. Él les respondió: “Me puso barro sobre los ojos, me lavé y veo”. Algunos fariseos decían: “Ese hombre no viene de Dios, porque no observa el sábado”. Otros replicaban: “¿Cómo un pecador puede hacer semejantes signos?”. Y se produjo una división entre ellos. Entonces dijeron nuevamente al ciego: “Y tú, ¿qué dices del que te abrió los ojos?”. El hombre respondió: “Es un profeta”. Sin embargo, los judíos no querían creer que ese hombre había sido ciego y que había llegado a ver, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron: “¿Es este el hijo de ustedes, el que dicen que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?”. Sus padres respondieron: “Sabemos que es nuestro hijo y que nació ciego, pero cómo es que ahora ve y quién le abrió los ojos, no lo sabemos. Pregúntenle a él: tiene edad para responder por su cuenta”. Sus padres dijeron esto por temor a los judíos, que ya se habían puesto de acuerdo para excluir de la sinagoga al que reconociera a Jesús como Mesías. Por esta razón dijeron: “Tiene bastante edad, pregúntenle a él”. Los judíos llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron: “Glorifica a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es un pecador”. “Yo no sé si es un pecador –respondió–; lo que sé es que antes yo era ciego y ahora veo”. Ellos le preguntaron: “¿Qué te ha hecho? ¿Cómo te abrió los ojos?”. Él les respondió: “Ya se lo dije y ustedes no me han escuchado. ¿Por qué quieren oírlo de nuevo? ¿También ustedes quieren hacerse discípulos suyos?”. Ellos lo injuriaron y le dijeron: “¡Tú serás discípulo de ese hombre; nosotros somos discípulos de Moisés! Sabemos que Dios habló a Moisés, pero no sabemos de dónde es este”. El hombre les respondió: “Esto es lo asombroso: que ustedes no sepan de dónde es, a pesar de que me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, pero sí al que lo honra y cumple su voluntad. Nunca se oyó decir que alguien haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento. Si este hombre no viniera de Dios, no podría hacer nada”. Ellos le respondieron: “Tú naciste lleno de pecado, y ¿quieres darnos lecciones?”. Y lo echaron. Jesús se enteró de que lo habían echado y, al encontrarlo, le preguntó: “¿Crees en el Hijo del hombre?”. Él respondió: “¿Quién es, Señor, para que crea en él?”. Jesús le dijo: “Tú lo has visto: es el que te está hablando”. Entonces él exclamó: “Creo, Señor”, y se postró ante él. Después Jesús agregó: “He venido a este mundo para un juicio: Para que vean los que no ven y queden ciegos los que ven”. Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le dijeron: “¿Acaso también nosotros somos ciegos?”. Jesús les respondió: “Si ustedes fueran ciegos, no tendrían pecado, pero como dicen: ‘Vemos’, su pecado permanece”.
Palabra del Señor.

Comentario

“En realidad, Jesús le está preguntando si cree en ese proyecto de vida que ha venido a revelar y mostrar que es posible vivirlo ahora y aquí. El verdadero milagro no está ubicado en la curación de la vista sino en la curación de la mente y del corazón. El milagro es la confesión del ciego que hace suyo el proyecto de Dios” (P. Lisandro Orlov).



sábado, 29 de marzo de 2014

Tweet del Papa Francisco: 28 de Marzo de 2014


Tweet del Papa Francisco: 27 de Marzo de 2014


Tweet del Papa Francisco: 24 de Marzo de 2014


Dios no se cansa de esperarnos ni de perdonar: Papa Francisco - Homilía del viernes 28/03/14


Dios ama, “no sabe hacer otra cosa”. Lo subrayó el Papa Francisco en la Misa de esta mañana en la Casa de Santa Marta. El Papa reiteró que el Señor siempre nos espera y nos perdona, es “el Dios de la misericordia” que nos hace fiesta cuando regresamos a Él.

Dios tiene nostalgia de nosotros, cuando nos alejamos de Él. El Papa desarrolló su homilía partiendo del Libro del Profeta Oseas, en la primera Lectura. El Señor, observó, nos habla con ternura. También cuando “nos invita a la conversión” y si bien esta palabra nos “suena un poco fuerte”, evidenció, dentro de ella existe “una nostalgia amorosa de Dios”. Existe la exhortación del Padre que dice al hijo: “Vuelve, es hora de regresar a casa”.

“Es el corazón de nuestro Padre, Dios es así: no se cansa, ¡no se cansa! Y por tantos siglos ha hecho esto, con tanta apostasía, tanta apostasía del pueblo. Y Él regresa siempre, porque nuestro Dios es un Dios que espera. Desde aquella tarde en el Paraíso terrenal, Adán salió del Paraíso con una pena y también una promesa. Y Él es fiel, el Señor es fiel a su promesa, porque no puede renegar a sí mismo. Es fiel. Y así nos ha esperado a todos nosotros, a lo largo de la historia. Es el Dios que nos espera, siempre”.

El Santo Padre dirigió su pensamiento a la Parábola del hijo pródigo. El Evangelio de Lucas, recordó, nos dice que el padre ve al hijo de lejos porque lo esperaba. El padre, agregó, “subía al terraza todos los días a ver si el hijo regresaba. Esperaba. Y cuando lo vio, corrió” y “se le abalanzó al cuello”. El hijo había preparado las palabras que iba a decir, pero el padre no lo deja hablar: “Con el abrazo le tapó la boca”:


“Éste es nuestro Padre, el Dios que nos espera. Siempre. ‘Pero, padre, yo tengo tantos pecados, no sé si Él estará contento’. ‘¡Prueba! Si tú quieres conocer la ternura de este Padre, va hacia Él y prueba, luego me cuentas’. El Dios que nos espera. Dios que espera y también Dios que perdona. Es el Dios de la misericordia: no se cansa de perdonar. Somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón, pero Él no se cansa. Setenta veces siete: siempre; adelante con el perdón. Y desde el punto de vista de una empresa, el balance es negativo. Él pierde siempre: pierde en el balance de las cosas, pero vence en el amor”.

Y esto, continuó, porque Él “es el primero que cumple el mandamiento del amor”. “El ama – dijo el Obispo de Roma – no sabe hacer otra cosa”. Y también “los milagros que Jesús hacía, con tantos enfermos – agregó – eran también un signo del gran milagro que cada día el Señor realiza con nosotros, cuando tenemos el coraje de alzarnos e ir hacia Él”. Y cuando pasa esto, afirmó Francisco, Dios hace fiesta. “No como el banquete de aquel hombre rico, que tenía en la puerta al pobre Lázaro”, advirtió, Dios “hace otro banquete, como el padre del hijo pródigo”:

“‘Porque tú florecerás como un lirio, es la promesa, ‘Te haré fiesta’. ‘Tus retoños se extenderán, su esplendor será como el del olivo y su fragancia como la del Líbano’. La vida de cada persona, de cada hombre, cada mujer, que tiene el coraje de acercarse al Señor, encontrará la alegría de la fiesta de Dios. Así pues, que esta palabra nos ayude a pensar a nuestro Padre, Padre que nos espera siempre, que nos perdona siempre y que hace fiesta cuando regresamos”. (RC-RV)

'24 horas por el Señor'. "Convertirse no es cuestión de un momento, sino empeño que dura toda la vida": el Papa en la Celebración penitencial

2014-03-28 Radio Vaticana
(RV).- (Con audio) Revestirnos del hombre nuevo que nace en el Bautismo, y permanecer en el amor de Jesucristo que dura para siempre, que jamás tendrá fin, porque es la vida misma de Dios, fueron los conceptos que expresó el Papa Francisco en su homilía de la Celebración penitencial que presidió esta tarde en la Basílica Vaticana, en el ámbito de la iniciativa cuaresmal del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización titulada “24 horas por el Señor”.
Hacia el final de su homilía, el Santo Padre recordó que tras esta celebración, muchos de los presentes iban a hacerse misioneros para proponer a otros la experiencia de la reconciliación con Dios. Y destacó que “24 horas por el Señor” es la iniciativa a la que adhirieron tantas diócesis en todas partes del mundo. De ahí la invitación del Papa Bergoglio a comunicar a cuantos encuentren “la alegría de recibir el perdón del Padre y de volver a encontrar la amistad plena con Él”. Porque como dijo el Obispo de Roma quien experimenta la misericordia divina, se siente impulsado a hacerse artífice de misericordia entre los últimos y en los pobres, en los que Jesús nos espera.
Texto completo de la homilía del Santo Padre Francisco
(Audio de la crónica radial) 
Hermanos y hermanas,
En el período de la Cuaresma la Iglesia, en nombre de Dios, renueva el llamamiento a la conversión. Es la llamada a cambiar de vida. Convertirse no es cuestión de un momento o de un período del año, es un empeño que dura toda la vida. ¿Quién de entre nosotros puede presumir que no es pecador? Nadie. Todos lo sabemos. Escribe el apóstol Juan: “Si decimos: ‘No tenemos pecado’, nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia” (1 Jn 1, 8-9). Es lo que sucede también en esta celebración y en toda esta jornada penitencial. La Palabra de Dios que hemos escuchado nos introduce en dos elementos esenciales de la vida cristiana.
El primero: Revestirnos del hombre nuevo. El hombre nuevo, “creado según Dios” (Ef 4, 24), nace en el Bautismo, donde se recibe la vida misma de Dios, que nos hace sus hijos y nos incorpora a Cristo y a la Iglesia. Esta vida nueva permite ver la realidad con ojos diversos, sin estar distraídos por las cosas que no cuentan y no pueden durar por mucho tiempo, de las cosas que terminan con el tiempo. Por esta razón estamos llamados a abandonar los comportamientos del pecado y fijar la mirada en lo esencial. Fijar la mirada en lo esencial de la vida. “El hombre vale más por lo que es que por lo que tiene” (Gaudium et spes, 35). Fijar la mirada sobre la realidad esencial del hombre. He aquí la diferencia entre la vida deformada por el pecado y aquella iluminada por la gracia. Del corazón del hombre renovado según Dios provienen los comportamientos buenos: hablar siempre con la verdad y evitar toda mentira; no robar, sino más bien compartir cuanto se posee con los demás, especialmente con quien tiene necesidad; non ceder a la ira, al rencor y a la venganza, sino ser mansos, magnánimos y dispuestos al perdón; no caer en la maledicencia que arruina la buena fama de las personas, sino mirar mayormente el lado positivo de cada uno. Y esto es revestirse del hombre nuevo, con estas actitudes nuevas.
El segundo elemento: Permanecer en el amor. El amor de Jesucristo dura para siempre, jamás tendrá fin, porque es la vida misma de Dios. Este amor vence el pecado y da la fuerza para volver a levantarse y recomenzar, porque con el perdón el corazón se renueva y rejuvenece. Todos lo sabemos: Nuestro Padre jamás se cansa de amar y sus ojos no se amodorran al mirar el camino de casa, para ver si el hijo que se fue y se ha perdido regresa. Podemos hablar de la esperanza de Dios: nuestro Padre nos espera siempre. No sólo nos deja la puerta abierta: nos espera. Él está involucrado en esto, esperar a los hijos. Y este Padre no se cansa ni siquiera de amar al otro hijo que, aun permaneciendo siempre en casa con él, sin embargo no es partícipe de su misericordia, de su compasión. Dios no sólo está en el origen del amor, sino que en Jesucristo nos llama a imitar su mismo de amar: “Como yo los he amado, así ámense también ustedes los unos a los otros” (Jn 13, 34). En la medida en que los cristianos viven este amor, se convierten en el mundo en discípulos creíbles de Cristo. El amor no puede soportar permanecer encerrado en sí mismo. Por su misma naturaleza es abierto, se difunde y es fecundo, genera siempre nuevo amor.
Queridos hermanos y hermanas, después de esta celebración, muchos de ustedes se harán misioneros para proponer a otros la experiencia de la reconciliación con Dios. “24 horas por el Señor” es la iniciativa a la que han adherido tantas diócesis en todas partes del mundo. A cuantos encontrarán, podrán comunicar la alegría de recibir el perdón del Padre y de volver a encontrar la amistad plena con Él. Y díganles que nuestro Padre nos espera, nuestro Padre nos perdona, y es más: ¡Hace fiesta! Si tú vienes con toda tu vida, con tantos pecados, Él en lugar de reprocharte, hace fiesta. Esto es nuestro Padre, y esto lo tienen que decir ustedes, decirlo a mucha gente, hoy. Quien experimenta la misericordia divina, se siente impulsado a hacerse artífice de misericordia entre los últimos y los pobres. En estos “hermanos más pequeños” Jesús nos espera (Cfr. Mt 25, 40). Recibamos misericordia, y demos misericordia. ¡Salgamos a su encuentro! ¡Y celebraremos la Pascua en la alegría de Dio!
(Traducción de María Fernanda Bernasconi)

“El corazón de nuestro Padre no se cansa de decirnos: ¡regresa!”, el Papa el viernes en Santa Marta


(RV).-Dios ama, “no sabe hacer otra cosa”. Lo subrayó el Papa Francisco en la Misa de esta mañana en la Casa de Santa Marta. El Papa reiteró que el Señor siempre nos espera y nos perdona, es “el Dios de la misericordia” que nos hace fiesta cuando regresamos a Él.

Dios tiene nostalgia de nosotros, cuando nos alejamos de Él. El Papa desarrolló su homilía partiendo del Libro del Profeta Oseas, en la primera Lectura. El Señor, observó, nos habla con ternura. También cuando “nos invita a la conversión” y si bien esta palabra nos “suena un poco fuerte”, evidenció, dentro de ella existe “una nostalgia amorosa de Dios”. Existe la exhortación del Padre que dice al hijo: “Vuelve, es hora de regresar a casa”:

“Es el corazón de nuestro Padre, Dios es así: no se cansa, ¡no se cansa! Y por tantos siglos ha hecho esto, con tanta apostasía, tanta apostasía del pueblo. Y Él regresa siempre, porque nuestro Dios es un Dios que espera. Desde aquella tarde en el Paraíso terrenal, Adán salió del Paraíso con una pena y también una promesa. Y Él es fiel, el Señor es fiel a su promesa, porque no puede renegar a sí mismo. Es fiel. Y así nos ha esperado a todos nosotros, a lo largo de la historia. Es el Dios que nos espera, siempre”.

El Santo Padre dirigió su pensamiento a la Parábola del hijo pródigo. El Evangelio de Lucas, recordó, nos dice que el padre ve al hijo de lejos porque lo esperaba. El padre, agregó, “subía al terraza todos los días a ver si el hijo regresaba. Esperaba. Y cuando lo vio, corrió” y “se le abalanzó al cuello”. El hijo había preparado las palabras que iba a decir, pero el padre no lo deja hablar: “Con el abrazo le tapó la boca”:

“Éste es nuestro Padre, el Dios que nos espera. Siempre. ‘Pero, padre, yo tengo tantos pecados, no sé si Él estará contento’. ‘¡Prueba! Si tú quieres conocer la ternura de este Padre, va hacia Él y prueba, luego me cuentas’. El Dios que nos espera. Dios que espera y también Dios que perdona. Es el Dios de la misericordia: no se cansa de perdonar. Somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón, pero Él no se cansa. Setenta veces siete: siempre; adelante con el perdón. Y desde el punto de vista de una empresa, el balance es negativo. Él pierde siempre: pierde en el balance de las cosas, pero vence en el amor”.

Y esto, continuó, porque Él “es el primero que cumple el mandamiento del amor”. “El ama – dijo el Obispo de Roma – no sabe hacer otra cosa”. Y también “los milagros que Jesús hacía, con tantos enfermos – agregó – eran también un signo del gran milagro que cada día el Señor realiza con nosotros, cuando tenemos el coraje de alzarnos e ir hacia Él”. Y cuando pasa esto, afirmó Francisco, Dios hace fiesta. “No como el banquete de aquel hombre rico, que tenía en la puerta al pobre Lázaro”, advirtió, Dios “hace otro banquete, como el padre del hijo pródigo”:

“‘Porque tú florecerás como un lirio, es la promesa, ‘Te haré fiesta’. ‘Tus retoños se extenderán, su esplendor será como el del olivo y su fragancia como la del Líbano’. La vida de cada persona, de cada hombre, cada mujer, que tiene el coraje de acercarse al Señor, encontrará la alegría de la fiesta de Dios. Así pues, que esta palabra nos ayude a pensar a nuestro Padre, Padre que nos espera siempre, que nos perdona siempre y que hace fiesta cuando regresamos”. (RC-RV)

viernes, 28 de marzo de 2014

4to. Viernes de Cuaresma: Día Penitencial - Vía Crucis para niños y jóvenes

   
Viernes: Día penitencial en recuerdo de la muerte de Jesucristo; en estos días, salvo que coincidan con una solemnidad, los bautizados con uso de la razón deben guardar abstinencia de carne o hacer algún gesto penitencial según lo determine la Conferencia Episcopal del país. La Conferencia Episcopal Argentina, reguló la práctica de la abstinencia: "... se retiene la práctica penitencial tradicional de los viernes del año consistente en la abstinencia de carnes; pero puede ser substituida, según libre voluntad de los fieles por cualquiera de las siguientes prácticas: abstinencia de bebidas alcohólicas, o una obra de piedad, o una obra de misericordia". 

El Derecho Canónico nos dice:


 Canon 1251: Todos los viernes, a no ser que coincidan con una solemnidad, debe guardarse la abstinencia de carne, o de otro alimento que haya determinado la Conferencia Episcopal; ayuno y abstinencia se guardarán el miércoles de Ceniza y el Viernes Santo.


Te invitamos a visitar nuestra publicación sobre Ayuno y Abstinencia, haciendo clic en el siguiente enlace

Vía Crucis, significa “Camino de   la Cruz”, o “Camino del Calvario”

Es una práctica piadosa que la Iglesia nos invita a rezar sobre todo en Cuaresma; podemos meditar la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, todos los días viernes del año, o cualquier día del mes, mejor aún si lo hacemos a las tres de la tarde, la Hora de la Misericordia, rezando a continuación la Coronilla de la Divina Misericordia.
Cómo rezar el Vía Crucis


En cada estación podemos cantar o hacer una reflexión y también es importante que podamos hacer momentos de silencio! 

     

Oración inicial


Jesús, vamos a recorrer contigo las estaciones de tu agonía y tu muerte. Vamos a pasar un poco de tiempo contigo, renovando el sacrificio que nos dio la vida. Por ese sacrificio tuyo en la Cruz somos cristianos, y hemos recibido las gracias de Dios. Por ese sacrificio tuyo hemos sido salvados. Ayúdanos a comprender un poco mejor, a amar un poco más, para que después de meditar sobre estas quince estaciones de tu Vocación salvadora, nosotros mismos nos decidamos a dar algo de nosotros. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.


Estación I: Jesús, condenado a muerte




Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.




Estás totalmente solo. Ningún amigo te ayuda. Nadie va a defenderte. Has gastado toda tu vida ayudando a los demás, haciendo milagros, curando y haciendo favores a todos. Cuando yo soy acusado, por mis padres o maestros, por algo que no he hecho, ayúdame a recordar la que Tú hiciste por mí, cómo aceptaste las acusaciones y no te quejaste.
Oremos: Oh Dios, muchas veces la gente no parece entenderme. Saltan a conclusiones y me gritan por algo que no he hecho, o no tenía intención de hacer, Ayúdame a aceptar los errores de los demás como Tú aceptaste los errores que yo cometo en mi vida. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.


Pequé, Señor, pequé. Ten piedad y misericordia de mí!


Padre Nuestro – Ave María – Gloria




Estación II: Jesús acepta su Cruz




Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.




En el momento en el que cargas con la cruz sobre tus hombros, ya sabes con seguridad que no te la quitarán hasta que te encuentres clavado a ella en el monte Calvario. Pero la aceptas igual. La cruz son todos los problemas, y los problemas nadie los quiere. La cruz no es nada dulce, pero es algo que forma parte de nuestra vida humana. No creo que te pueda prometer que buscaré la cruz a lo largo de mi vida, pero lo que sí te prometo es que intentaré llevarla cuando me la envíes Tú.
Oremos: Oh Dios, mis problemas les suelen parecer pequeños a muchas personas mayores, pero Tú sabes que no son pequeños para mí. Estas cruces no son fáciles de llevar, pero cuando esté a punto de quejarme de ellas, ayúdame a recordar a Cristo y su Cruz.


Pequé, Señor, pequé. Ten piedad y misericordia de mí!


Padre Nuestro – Ave María – Gloria




Estación III: Jesús cae por primera vez




Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.




Has perdido mucha sangre, oh Cristo, por el brutal trato que has recibido. Estás débil y a punto de desmayarte de dolor. Y ahora caes al suelo. Nadie parece dispuesto a ayudarte, tampoco. Los soldados te dan empujones y patadas y te gritan que te levantes y sigas caminando. Caes de debilidad pero de alguna manera logras encontrar fuerzas para levantarte y seguir tu camino. Sigues con lo que has empezado.
Oremos: Oh Dios, sé que muchas veces empiezo cosas y luego me canso de ellas. O no las hago bien o intento olvidarme de ellas. A veces me tienen que regañar en la escuela porque no pongo atención en lo que estoy haciendo. Ayúdame, oh Dios, a ser como tu Hijo. Ayúdame a ser constante en las cosas buenas que he empezado y a llevarlas hasta el final lo mejor que pueda.
Pequé, Señor, pequé. Ten piedad y misericordia de mí!


Padre Nuestro – Ave María – Gloria




Estación IV: Jesús encuentra a su madre




Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.




En medio de los gritos y los insultos que te dirigen tantas personas, finalmente encuentras a alguien que te quiere bien y que siente dolor por ti. Es tu Madre. Ella no puede hacer mucho para detener tu sufrimiento, pero te dirige una mirada que te muestra que está sufriendo contigo, y eso te ayuda en tu camino. Alguien te entiende.
Oremos: Oh Dios, Tú me diste a mis padres. Nadie más en todo el mundo es mi padre y mi madre. Gracias por este regalo que me has hecho. Por muy duras que sean las cosas en la vida, yo sé que ellos están ahí y que de veras me quieren. Ayúdame a mostrarles yo también mi amor.


Pequé, Señor, pequé. Ten piedad y misericordia de mí!


Padre Nuestro – Ave María – Gloria




Estación V: Simón ayuda a Jesús a llevar la Cruz




Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.




Los soldados tienen miedo de que no seas capaz de llegar hasta el monte, para la crucifixión. Estás cada vez más débil. Por eso llaman a un hombre en la multitud, un hombre llamado Simón de Cirene, el Cirineo, y le obligan a llevar tu cruz durante un rato. Él no quiere, pero le obligan. A él le gustaría más bien estar allí, mirando, viendo lo que pasa. Él no había venido para ayudarte: pero ahora está llevando tu Cruz.
Oremos: Oh Dios tengo que confesar que yo soy bastante como este Simón. Cuántas veces podría haber ayudado a otras personas: por ejemplo cuidando a mis hermanitos pequeños, o ayudando a un compañero de clase en los estudios, o prestándome a ir al Kiosco, poner la mesa, lavar los platos, etc.  Ayúdame a hacer algo más que estar ahí y contemplar lo que pasa a mí alrededor. Ayúdame a ayudar a los demás.


Pequé, Señor, pequé. Ten piedad y misericordia de mí!


Padre Nuestro – Ave María – Gloria




Estación VI: La Verónica seca el rostro de Jesús




Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.


De repente se detiene la marcha hacia el Calvario. Una mujer se adelanta. Su nombre es Verónica. Toma un lienzo de tela y te seca la cara, para quitarte el sudor y la sangre.


Oremos: Oh Dios, enséñame a dar un poco de mí mismo a todo el que me necesita. Enséñame a salir de mi propio camino y a ayudarles aun cuando no me lo hayan pedido. Ya sé que hace falta mucha valentía para ser como la Verónica: ayudar a los que han caído en desgracia y son objeto de burlas de la gente. Ayúdame a ser como ella, o sea, a ser un buen cristiano.
e. Te ofrece un poco de alivio. Y para premiar su bondad, Tú haces que en la tela quede impreso tu rostro. A pesar de que estás a punto de morir, sigues haciendo el bien a todos.



   
Pequé, Señor, pequé. Ten piedad y misericordia de mí!


Padre Nuestro – Ave María – Gloria




Estación VII: Jesús cae por segunda vez




Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.




Es la segunda vez que has caído en el camino de la Cruz. Esta vez te costará más levantarte. El peso de esa cruz se te hace cada vez más pesado. Pero te esfuerzas y pronto estás de nuevo en pie, para continuar tu marcha, la marcha que te llevará a tu muerte y a nuestra salvación.
Oremos: Oh Dios, hay tantas cosas que intentan hundirme a mí. Yo no las entiendo todas. Todo eso que leo en los periódicos y veo en la televisión sobre muertes y crímenes. Ayúdame a levantarme de todo eso. Ayúdame a continuar mi  camino, como lo hizo tu Hijo Jesús.


Pequé, Señor, pequé. Ten piedad y misericordia de mí!


Padre Nuestro – Ave María – Gloria




Estación VIII: Jesús se encuentra con las mujeres




Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.


A lo largo del camino que Tú sigues, hay un grupo de mujeres que te están contemplando. Cuando pasas junto a ellas, te das cuenta que están llorando. Te detienes un poco para dirigirles tu palabra. Quieres darles un poco de alivio para su dolor. Es muy propio de Ti: están llorando por Ti, por tu dolor y Tú te paras y quieres ayudarles para que no sufran ellas.
Oremos: Oh Dios, cuántas veces me encierro en mí mismo y me olvido de los demás. Cuántas veces no pienso en nadie más que en mí mismo. Ayúdame a darme cuenta de que también los demás tienen problemas y que necesitan ayuda. Enséñame a darles toda la ayuda de que yo sea capaz.
Pequé, Señor, pequé. Ten piedad y misericordia de mí!


Padre Nuestro – Ave María – Gloria




Estación IX: Jesús cae por tercera vez




Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Te estás acercando al monte Calvario. Y una vez más caes bajo el peso de la cruz. La cumbre de esa colina significa el final de tu vida humana, pero es también el lugar en el que vas a salvar a la humanidad cumpliendo la voluntad de tu Padre. Sobreponiéndote a la debilidad que ha llenado tu cuerpo, la vista de esa montaña te da las fuerzas que necesitas para levantarte una vez más y seguir tu camino. Te levantas. Tomas tu Cruz. Sigues.
Oremos: Oh Dios, estas tres caídas son toda una lección para mí. Me estás diciendo que no importa cuántas veces pueda yo caer en desobediencia, en descuidos, en mentiras, en engaños: lo que yo necesito cada vez es saber levantarme y probar una vez más. Y si yo lo intento, Tú me ayudarás. Y cuando trabajamos juntos, Tú y yo, yo puedo ser el que Tú quieres que sea.


Pequé, Señor, pequé. Ten piedad y misericordia de mí!


Padre Nuestro – Ave María – Gloria




Estación X: Jesús es despojado de sus vestidos




Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.




Los soldados te arrebatan el manto que te habían puesto después de haberte azotado en casa de Pilato. Las heridas se te abren de nuevo y todo tu cuerpo está lleno de sangre y heridas. Algunos entre la gente se burlan de ti y te insultan. Te dicen que hagas un milagro y que entonces creerán en ti. Poco saben lo que estás a punto de hacer: el mayor de los milagros, la salvación de todo el mundo.
Oremos: Oh Dios, ante Jesús que es despojado de sus vestidos, ayúdame a recordar siempre que mi cuerpo lo tengo que conservar puro y limpio. Ayúdame a superar las tentaciones de este mundo y ser como tu Hijo. Ayúdame a colaborar con El, en la salvación del mundo, siendo valiente para conservar puros mis pensamientos, mis palabras y acciones.


Pequé, Señor, pequé. Ten piedad y misericordia de mí!


Padre Nuestro – Ave María – Gloria




Estación XI: Jesús es clavado en la cruz.




Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.


Estás ahora extendido sobre la cruz y los soldados han empezado a clavarte los gruesos clavos en tus manos y en tus pies. Todos se ríen de ti. Los soldados se han jugado a los dados tus vestidos. Todos parecen haberse vuelto locos. Tú no les has dado más que amor y bondad, y todo lo que te ofrecen ahora son unos clavos a través de tus manos y tus pies.
Oremos: Oh Dios, el hombre parece a veces más un animal que un ser humano. Nos hacemos daño los unos a los otros burlándonos del color de la piel, o de los defectos en el modo de hablar, o de los vestidos pobres; cosas que no tienen ninguna importancia. Haz que nunca sea yo quien clave un clavo en el cuerpo de otros con mis desprecios, mis injusticias o mi fanatismo.


Pequé, Señor, pequé. Ten piedad y misericordia de mí!


Padre Nuestro – Ave María – Gloria




Estación XII: Jesús muere en la Cruz




Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo. Mueres en la cruz.


¿Qué te diré? Voy a hacer silencio durante unos momentos para hablarte con mis palabras, desde dentro, y decirte cuáles son mis sentimientos y mi amor por ti. (Silencio).
Pequé, Señor, pequé. Ten piedad y misericordia de mí!


Padre Nuestro – Ave María – Gloria




Estación XIII: Jesús es bajado de la cruz




Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.




Con qué brutalidad te clavaron en la cruz, y con qué delicadeza te bajan ahora de la misma. Te colocan en los brazos de tu Madre y te limpian de toda tu sangre y suciedad. Te tratan con todo cariño. Parece que siempre nos sentimos más amables cuando vemos la muerte, y nos volvemos más favorables a una persona cuando ya ha muerto. Si aprendiéramos a decir esas cosas amables cuando las personas están vivas, y ser buenos los unos para con los otros cuando vivimos: sería mucho más fácil vivir esa vida nueva que Tú nos has enseñado.
Oremos: Oh Dios, yo viviré en esta tierra puede ser que diez, veinte, sesenta o setenta años. Ayúdame a hacer felices a todos los que vivan a mi lado. Ayúdame a ser amable en mis palabras y en mis acciones para con ellos, mientras viven. Si les ayudo a ser felices, también yo seré más feliz.
Pequé, Señor, pequé. Ten piedad y misericordia de mí!


Padre Nuestro – Ave María – Gloria




Estación XIV: Jesús es enterrado




Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.


Eres colocado en tu sepulcro. Echan a rodar la gran piedra en la entrada y allí quedas tú, en tu tumba. Pero yo sé que en tres días Tú vas a resucitar. Y vas a dar un nuevo sentido a la vida, y nos vas a enseñar un nuevo modo de vivirla. Resucitarás de entre los muertos y así la muerte habrá perdido su presa sobre la humanidad y nuestros miedos serán superados, porque Tú has demostrado que eres el Hijo de Dios.
Oremos: Oh Dios, por difíciles que parezcan las cosas, no podrán llegar a lo dura que fue la vida de tu Hijo. Y a pesar de sus sufrimientos, todo acabó bien al final. Tú nos prometes también a nosotros la victoria final, y por eso queremos permanecer contigo. Ayúdame a seguir siempre el camino de Cristo Jesús: aceptando lo que no podemos cambiar, cambiando lo que podemos por el bien de la humanidad, siguiendo de cerca el camino que Tú has pensado para mí en los años que me toque vivir en este mundo.


Pequé, Señor, pequé. Ten piedad y misericordia de mí!


Padre Nuestro – Ave María – Gloria




Esta estación, podemos meditarla a partir del Domingo de Pascua




Estación XV: La resurrección de Jesús




Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.


R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.


Como la oscuridad de la noche queda vencida por el resplandor de la aurora, así ha sucedido en ti el milagro de la Nueva Vida. Al acercarse el brillo del sol, otra Luz llena de alegría a todos: la tumba está vacía y el Dios-Hombre se ha alzado de la muerte y camina de nuevo en esta tierra. El sufrimiento, la dureza, las torturas de su vida, todo fue vencido por la gloria de su resurrección. Cristo ha resucitado y el mundo entero, lleno de esperanza grita: ¡Aleluya!
Oremos: Oh Dios, ojalá se me ocurriera más veces detenerme y mirar a mi propia vida. Yo, por el Bautismo, estoy unido a Cristo. Mi vida, según tus planes, es un reflejo de su vida. También yo puedo superar todo eso porque esa es mi herencia como cristiano: levantarme, renovarme, ser cada vez más perfecto, y gritar con todos los que tienen esperanza mi gozoso ¡Aleluya, Aleluya, Aleluya!
   

Padre Nuestro – Ave María – Gloria




Traducido y adaptado de una edición de Baltimore, USA, preparada por W.J. Mc Loughlin.