sábado, 28 de mayo de 2016

10 cosas que todo cristiano debe saber del Corpus Christi



REDACCIÓN CENTRAL, 26 May. 16 / 04:02 am (ACI).- A lo largo de los siglos la Iglesia y los santos han animado a los fieles a amar la Eucaristía, e incluso hay quienes han dado su vida por protegerla. Hoy en la Solemnidad del “Corpus Christi” te presentamos 10 cosas que todo cristiano de saber en torno a este gran milagro:

1. Jesús instituyó la Eucaristía

Jesús reunido con sus apóstoles en la última cena instituyó el sacramento de la Eucaristía: “Tomen y coman; esto es mi cuerpo…” (Mt, 26, 26-28). De esta manera hizo partícipes de su sacerdocio a los apóstoles y les mandó que hicieran lo mismo en memoria suya.

2. Eucaristía significa "Acción de gracias"

La palabra Eucaristía, derivada del griego ε?χαριστ?α (eucharistía), significa "Acción de gracias" y se aplica a este sacramento porque nuestro Señor dio gracias a su Padre cuando la instituyó. Además, porque el Santo Sacrificio de la Misa es el mejor medio de dar gracias a Dios por sus beneficios.

3. Cristo se encuentra de forma íntegra en el Sacramento del Altar


El Concilio de Trento (siglo XVI) define claramente: "En el Santísimo Sacramento de la Eucaristía se contiene verdadera, real y sustancialmente el Cuerpo y Sangre de nuestro Señor Jesucristo, juntamente con su Alma y Divinidad. En realidad Cristo íntegramente". Asimismo, en el Derecho Canónico de la Iglesia ninguna otra festividad recibe tanta atención como la Solemnidad del Corpus Christi.

4. Los sucesores de los apóstoles convierten el pan y el vino en Cuerpo y Sangre de Cristo

En la Santa Misa, los obispos y sacerdotes convierten realmente el pan y el vino en el Cuerpo y Sangre de Cristo durante la consagración; el proceso es llamado Transubstanciación. La Solemnidad del Corpus Christi es una de las cinco ocasiones en el año en que un Obispo no puede estar fuera de su diócesis, salvo por una urgente y grave razón.

5. Se debe recibir la Eucaristía al menos una vez al año

La Comunión es recibir a Jesucristo sacramentado en la Eucaristía. La Iglesia manda comulgar al menos una vez al año, en estado de gracia, y recomienda la comunión frecuente. Es muy importante recibir la Primera Comunión cuando se llega al uso de razón, con la debida preparación.

6. Para comulgar se necesita del ayuno eucarístico y confesarse

El ayuno eucarístico consiste en abstenerse de tomar cualquier alimento o bebida, al menos desde una hora antes de la Sagrada Comunión, a excepción del agua y las medicinas. Los enfermos y sus asistentes pueden comulgar aunque hayan tomado algo en la hora inmediatamente anterior. El que comulga en pecado mortal comete un grave pecado llamado sacrilegio. El que desea comulgar y está en pecado mortal no puede recibir la Comunión sin haber acudido antes al sacramento de la Penitencia, pues no basta el acto de contrición.

7. Es Mandamiento de la Iglesia asistir a Misa domingos y días de precepto

Frecuentar la Santa Misa es un acto de amor a Dios que debe brotar naturalmente de cada cristiano. Es también obligatorio asistir los domingos y feriados religiosos de precepto, a menos que se esté impedido por una causa grave.

8. La Eucaristía es alimento espiritual para enfermos y agonizantes

La Eucaristía en el Sagrario es un signo por el cual Nuestro Señor está constantemente presente en medio de su pueblo y es alimento espiritual para enfermos y moribundos. Se le debe agradecimiento, adoración y devoción a la real presencia de Cristo reservado en el Santísimo Sacramento.

9. La fiesta del Corpus Christi se celebra el jueves posterior al domingo de la Santísima Trinidad

La Solemnidad del Corpus Christi fue establecida en 1246 por el Obispo Roberto de Thorete y a sugerencia de Santa Juliana de Mont Cornillon. Después del milagro eucarístico de Bolsena, a mediados del Siglo XIII, el Papa Urbano IV expandió esta celebración a toda la Iglesia Universal en 1264 con la bula “Transiturus”, fijándola para el jueves posterior al domingo de la Santísima Trinidad. El Pontífice encomendó a Santo Tomás de Aquino que compusiera un oficio litúrgico propio e himnos que se entonan hasta nuestros días.

10. También es posible celebrarla el domingo posterior a la Santísima Trinidad 

En el Vaticano, el Corpus Christi se celebra el jueves después de la Solemnidad de la Santísima Trinidad. Mientras que en varias diócesis se traslada al domingo posterior a la Santísima Trinidad por una cuestión pastoral. El Papa San Juan Pablo II fue quien llevó la procesión anual del Corpus Christi de la Plaza de San Pedro a las calles de Roma.

Mes de María - Vigésimo octavo día: Explicación de las letanías






Regina Sacratissimi Rosarii

Reina del Santo Rosario. El Rosario es una cierta fórmula de oraciones en la cual distinguimos quince decenas de salutaciones angélicas, entremezcladas con oraciones dominicales. En cada una de esas decenas meditamos sobre los misterios. Estos misterios son en total quince, conformados en tres series: cinco misterios gozosos que son: 1) La Encarnación, la Visitación de la Santísima Virgen, la Natividad de Nuestro señor, La Presentación en el Templo y  el Encuentro de Jesús en medio de los Doctores 2) Cinco misterios dolorosos que son, el sudor de sangre en el Huerto de los Olivos, al Flagelación, la Coronación de espinas, Jesús cargado con la cruz y la Crucifixión. 3) Cinco misterios gloriosos que son: La Resurrección, la Ascensión, La venida del espíritu santo Paráclito, La Asunción de la Santísimima Virgen y su Coronación como reina de cielos y tierra. Se puede dividir el rosario en tres series de quince decenas cada uno, y en ese caso, se tiene cuidado de tomar alternativamente por asunto de meditación las tres series de  misterios.

El Termino rosario significa corona de rosas. Era costumbre en oriente ofrecer coronas de rosas a las personas  que se proponía honrar, y los cristianos de complacían en ofrecer estos presentes a la Santísima Virgen y a los Santos. San Gregorio Nacianceno sustituyó la corona material de rosas por una corona espiritual. Santa Brígida, en el siglo siguiente, tuvo la idea de poner esta corona al alcance de todos, haciéndola componer de las oraciones más ordinarias de la Iglesia. Pero el uso de recitar quince Pater y quince Ave María, se remonta a Santo Domingo.

Ejemplo.

San Carlo Borromeo tenía la más viva y la más tierna devoción por la Santísima Virgen, que recitaba todos los días, de rodillas el rosario y el oficio de esta Gloriosa Virgen; ayunaba, además, con pan y agua, en las vísperas de Nuestra Señora. Nadie fue más exacto que él en saludarla a la indicación de la campana; porque si se encontraba en la calle, aunque estuviese cubierta de barro, no dejaba de ponerse de rodillas cuando la campana advertía que era hora de recitar el Ángelus. Quiso tener en su catedral una capilla y una cofradía del Rosario. Mandaba hacer, además, todos los primeros domingos del mes una procesión solemne, en la que se trasladaba con mucha pompa una pintura de la Santísima Virgen; quiso que fuese la protectora de todas las fundaciones que hizo; ordenó que en toda su diócesis se honrara, con gestos de respeto, el sagrado nombre de María, ni bien se le escuchara pronunciar; hizo colocar en todas las portadas de todas las Iglesias parroquiales de su jurisdicción una imagen de la Madre de Dios, para hacer comprender al pueblo que no se puede entrar al templo de la gloria eterna sin el favor de aquella a la que la Iglesia llama puerta del cielo.

Rezando el Rosario, pensamos en los misterios del Rosario


Traducido del francés por José Gálvez Krüger para ACI Prensa

Mes de María - Vigésimo séptimo día: Explicación de las letanías


Regina sine labe originale concepta

Reina concebida sin pecado original. Amadísimos hermanos, dice Bossuet, ¿que les parece? ¿Qué piensan de esta doctrina?... Para mí, cuando considero al Salvador jesús, nuestro amor y nuestra esperanza, entre los brazos de la Santísima Virgen o tomando su leche virginal, o reposando dulcemente en su seno, o encerrado en sus castas entrañas. Cuando miro lo incomprensible así encerrado  y esta Inmensidad como resumida, cuando veo a mi Liberador en esa estrecha y voluntaria prisión, me digo algunas veces: ¿Se podría hacer que Dios abandonara al diablo, aunque no fuese sino un momento ese templo sagrado que destinaba a su Hijo, ese santo tabernáculo, donde tomó un largo y admirable reposo, ese lecho virginal, donde celebró sus nupcias del todo espirituales con nuestra naturaleza? Es de esta manera que hablo conmigo mismo. Luego, volviéndome hacia el Salvador; Niño bendito, redigo, no sufras más, no permitas que tu Madre sea violada! ¡Ah si Satán osara abordarla, mientras que, permaneciendo en ella, haces un paraíso, cuántos rayos harías caer sobre su cabeza! Con qué celo defenderías el honor y la inocencia de tu Madre. Pero ¡Oh Niño bendito!, por quien los siglos fueron hechos, tu estás antes de todos los tiempos. Cuando tu Madre fue concebida, la miraste desde lo más alto de los cielos; tu mismo formaste sus miembros, fuiste tu quien le dio el soplo de vida, que animó esa carne de la que saldría la tuya. ¡Ah! date cuenta, Sabiduría eterna, que en este mismo momento, va a ser infectada con un horrible pecado; va a ser la posesión de Satán. Desvía está desgracia por tu bondad, comienza por honrar a tu Madre, haz que le aproveche tener un Hijo que está antes que ella, porque finalmente, bien entendido todo, ella ya es tu Madre y tú ya eres su Hijo.

Ejemplo

El célebre Alejandro de Halès, que fue una de las lumbreras de la Universidad de París, experimentó, en su persona misma, el interés que la Santísima Virgen tiene en la gloria de su Inmaculada Concepción. Ese gran teólogo, siendo doctor y profesor en París, no se preocupaba por celebrar esta fiesta, porque tenia sus duda acerca de la verdad del misterio de la Concepción inmaculada; pero Dios permitía que cada año, el ocho de diciembre, día de esta fiesta, cayera enfermo y que sufriera grandes dolores. Esto, habiendo ya ocurrido varios años seguidos, fue percibido por sus alumnos como una circunstancia singular, ya que coincidía siempre cada año el mismo día; le aconsejaron abrazar la firme creencia en el misterio de la la Concepción pura y sin mancha de la Madre de Dios. Se resolvió a ello, e hizo el voto que si el Señor le concedía la gracia de librarlo de esta enfermedad anual, escribiría un libro en honor de la Inmaculada Concepción. Este voto detuvo inmediatamente el curso de sus enfermedades. Toda la Facultad de Paris, que fue testigo, se alegró de la salud de su maestro; satisfizo su promesa y compuso una obra en honor de la Santísima Virgen. Se empeñó, particularmente, en  sostener el privilegio de su santísima concepción; relató el prodigio ocurrido a su persona; finalmente, se retracto de todo lo que pudo decir o escribir en contra de ese glorioso misterio de María concebida sin pecado.

Conservemos nuestro corazón puro, o purifiquémosle mediante la penitencia, si hemos tenido la desgracia de ofender a Dios; ganaremos así el Corazón de la Virgen Inmaculada.


Traducido del francés por José Gálvez Krüger para Aci Prensa


Mes de María - Vigésimo sexto día: Explicación de las Letanías






Regina apostolorum

Reina de los apóstoles. El título de reina de los apóstoles, conviene tanto a María que si los apóstoles instruyeron a los pueblos de toda la tierra ellos lo fueron por María; porque según san Bernardo, los apóstoles recurrieron a ella en sus dudas y cuando querían estar seguros de las intenciones de Jesucristo sobre algún punto de su creencia. Por otro lado, si cada uno de ellos destruyeron el paganismo en la parte del mundo que le correspondió por la partición que hicieron entre ellos. María disipó y disipa todavía las herejías en todos los países del mundo. Alégrate Virgen María, tú sola destruyes las herejías en todo el universo.

Regina martyrum

Reina de los mártires. No se podría honrar a María como se debe si no se la reconoce como Reina de los mártires, porque aunque ella no haya derramado su sangre por la confesión de la fe, sin embargo sufrió con más confianza y amor que todos los mártires. Y por  decirlo todo con una sola palabra, sufrió en corazón maternal todo lo que el Rey de los mártires, Jesucristo, su divino hijo, soportó en su carne inocente.
Reina de los mártires ruega por nosotros

Regina confessorum

Reina de los confesores.  Pues si se llama confesores a aquellos que confesaron a Jesucristo, ¿se rehusará el título de Reina de los confesores a la que confesó con una firmeza y una constancia incomparablemente superior a la suya? Ella lo siguió no sólo en medio de los oprobios y tomentos de su Pasión, sino que subió generosamente al Calvario con Él, para verlo consumar el sacrificio de nuestra redención. Los apóstoles habían reconocido a Jesucristo como Hijo del Dios vivo, pero en el tiempo de la Pasión, infieles a la confesión de su fe, la disimularon y escaparon. No ocurrió así con María, que siempre constante y fiel, lo reconoció como su Dios en todo el curso de su Pasión y sobre la Cruz.

Regina Virginum

Reina de las vírgenes. De todos los títulos, honores y alabanzas que se da a María, el de Reina de la Vírgenes le conviene por excelencia, porque ella es el prototipo de la virginidad, ya que fue la primera que se comprometió por un voto de virginidad perpetua. La virginidad, antes de su tiempo, era tan despreciada que la hija de Jefté, estando a punto de ser inmolada por su padre, antes de haberse casado, fue a llorar su virginidad a los montes. Pero desde que María elevó la gloria de la pureza virginal, se vio consagrarse a millones de vírgenes, a Jesucristo como a su único esposo según esas palabras del profeta en el salmo XLIV: Después de ellas, conducirán vírgenes al Rey.

Regina sanctorum omnium

Reina de todos los santos. Finalmente, el título de Reina de todos los santos que la Iglesia da a María, encierra las más grandes alabanzas que sea posible darle, porque anuncia que es superior a los santos de todos los órdenes. En efecto, María conforma un orden separado en el cielo; y para juzgar el alto punto de su gloria, hay que remarcar que Dios glorificó a su propia Madre. Por ese motivo se ha representado a los ángeles y a los santos de todo orden ofreciendo a María sus coronas, para significar que ella reina en el cielo por encima de ellos.

Ejemplo

Una peste terrible despoblaba la ciudad de Roma, el Papa san Gregorio Magno había predicado la penitencia, ordenado oraciones públicas, hecho votos, pero la peste continuaba sus estragos, hasta que tomó el partido de volver se directamente hacia la Madre de Dios, y ordenó que el clero y el pueblo fuesen en procesión general a la Iglesia de Nuestra Señora, llamada Santa María la Mayor, y que se llevara por toda la ciudad la imagen de la Santísima Virgen, pintada por san Lucas. Esta procesión detuvo perfectamente el curso de esta calamidad. Fue maravilloso ver que por todos los lugares donde la imagen pasaba, cesaba la peste cesaba enteramente; y antes del fin de la procesión se vio sobre la terraza de Adriano, hoy llamada Castillo del Santo Ángel, un Ángel en forma humana que guardaba una espada ensangrentada en su vaina. Al mismo tiempo se escuchó a los ángeles cantar este antífona de la Santísima Virgen. Regina Coeli, laetare alleluia, etc. El Santo Pontífice agregó: ora pro nobis, Deum, ruega a Dios por nosotros; y la Iglesia ha empleado siempre desde entonces esta oración para saludar a la Santa Virgen en tiempo de Pascua.

Sirvamos a María, como nuestra reina, ella no se dejará vencer en generosidad.


Traducido del francés por José Gálvez Krüger para ACI Prensa


Mes de María - Vigésimo quinto día: Explicación de las letanías



Regina angelorum

Reina de los ángeles. Si se da a María el título glorioso de Reina de los Ángeles es porque en calidad de Madre del Creador y del soberano Señor de los cielos, sobrepasa en gloria a todas las inteligencias celestes. Es lo que reconoce la Iglesia cuando canta, en el día de la Ascensión de la Santa Virgen: La Santa Madre de Dios se elevó al Reno del os cielos por encima de todos los ángeles. También los ángeles con un afecto digno de las  complacencias de Dios mismo, no dejan de expresarle la ternura de sus sentimientos que los animan, mediante exclamaciones de alegría y exclamaciones de alegría y de alegría en las bendiciones que le dan.

Regina Patriarcarum

Reina de los patriarcas. Si Noé, Abrahán y los antiguos Padres que vivieron, hasta tiempos de Moisés, son llamados los Patriarcas del Antiguo Testamento, para que fueran los primeros jefes de familias, donde se conservó fielmente el recuerdo de Dios: y si se llama a San Agustín, San Benito y otros fundadores de Órdenes religiosas los Patriarcas del Nuevo testamento, porque son los jefes y como padres de las familias religiosas que se dedicaron especialmente al servicio de Dios, es a justo título que se da a María la calidad de Reina de los Patriarcas, porque siendo la Jesucristo que es el Rey de los patriarcas, el autor y consumador de la fe, ella es por esta calidad la Reina de los Patriarcas de la antigua y de la nueva ley.

Regina profetarum

Reina de los profetas. Si a partir del texto del Apocalipsis, capítulo XIX, el testimonio que se rinde a Jesucristo es el espíritu de profecía, María ¿no debe ser mirada como la Reina de los profetas puesto que ella rindió incomparablemente un testimonio de Jesucristo mayor que el que rindieron los profetas, porque ella lo engendró, lo reconoció como su Dios y siguió en todos los pasos de su Pasión, hasta el pie de la Cruz.

Ejemplo

San Francisco Javier, apóstol de las Indias y del Japón, no se demoró en ceder a los requerimientos de la gracia, que sintió nacer al mismo tiempo en su corazón, un tierno amor por María y un vivo deseo de imitarlo. Con miras a honrar su pobreza, y de afirmarse en esta virtud que miraba como indispensable para un obrero evangélico, eligió, para prepararse, mediante un retiro de horas, para celebrar su primera misa, un reducto abandonado que le representaba  el establo de Belén. Su amor por María  fue siempre en aumento: le encomendaba todas sus empresas; alentaba a todos a hacer lo mismo. Dios justificó su confianza, y aprobó sensiblemente su celo concediendo a menudo milagros con solo tocar su Rosario. Desligado de todo en la muerte tal como fue en la vida, y abandonado por sus amigos en un río lejano, este hombre apostólico encontró su consolación en María, no dejando de dirigirle a ella hasta su último suspiro, estas palabras; Mostra te esse Matrem.

María, nuestra Madre es reina, invoquémosla con confianza.


Transcripción de José Gálvez Krüger para ACI Prensa


martes, 24 de mayo de 2016

Mes de María - Vigésimo cuarto día: Explicación de las letanías





Consolatrix afflictorum

Consoladora de los afligidos. ¿No tenemos incontables efectos de los milagrosos efectos de la protección de María? ¿No hay una gran cantidad de monumentos erigidos en su honor como reconocimiento de los desventurados que auxilió? ¿Existe algún hombre que haya reclamado su asistencia en vano? Su caridad es tan solícita que nos asiste, a menudo, en nuestras necesidades, sin esperar que la invoquemos, un solo pensamiento, un solo deseo de implorarla basta para que comience a asistirnos.

Auxilium christianorum

Auxilio de los cristianos. El gratitud  que los cristianos tienen a María, favorecidos en todo tiempo con su protección, les ha inspirado llamarla su auxilio, compararla con una torre fortificada, y mirarla como asilo seguro contra todos sus enemigos. Y la Iglesia, aprobando este testimonio de su gratitud hacia su protección, y considerando los poderosos auxilios que el pueblo cristiano ha recibido siempre de la Virgen, le dirige las palabras que se lee en el capítulo IV del Cantar de los cantares. Tu cuello es como la torre de David que está edificada con bulevares; mil escudos cuelgan de ella, y todas las armas de los más valientes.

Ejemplo

Fue delante de una imagen de la Santísima Virgen y merced a su protección que San Francisco de Sales obtuvo la liberación de una pena interior, la más grande que se pueda experimentar. Mientras estaba en su período de estudios, pensó que era un réprobo que estaría por siempre desterrado de la vista de Dios; era como si estuviese persuadido. Uno pude imaginar qué tormento tan cruel debía ser este pensamiento para un alma tan cercana a Dios como la suya. Se consumía a ojos vista, enflaquecía y palidecía enes tremo. En esa situación tan afligida, recurrió a la Santísima Virgen; se prosternó delante de su imagen, formó estos generosos sentimientos. “si soy tan desventurado para merecer estar siempre en la desgracia de mi Dios, quiero al menos tener el consuelo de amarlo con todo el corazón durante mi vida entera: sí, mi Dios, si no puedo amarte después de mi muerte, quiero amarte doblemente mientras viva. Estando en estos pensamientos, ni bien miró la pintura de la Madre de Gracia para interesarla en su destino, en el mismo momento, se sintió aliviado y totalmente liberado de su pena, de suerte que su rostro retomó los colores y su serenidad en el lugar mismo de la oración.

Hacia fines del siglo XVI, la cristiandad estuvo amenazada por los turcos con una desolación general, y el Papa Pío V alentó  a los fieles a poner toda su confianza en María. Toda Europa se puso a orar y se acudió de todos los lugares a Nuestra Señora de Loreto, para implorar la asistencia de la Madre de Dios. Desde entonces el piadoso pontífice no dudo en la victoria. Fue una de las más gloriosas y completas. El Papa que había recibido  una revelación, estaba personalmente persuadido de que era efecto de la protección de la Santísima Virgen, que instituyó para esta ocasión una nueva fiesta en su honor, que es la del Rosario, e hizo agregar a las letanía la invocación: Auxilium christianorum.

En las aflicciones y en las  dificultades, recurramos a Nuestra Madre del cielo.

Mes María - Vigésimo tercer día: Explicación de las letanías





Salus infirmorun

Salud de los enfermos. Para rendir homenaje al poder de María, se la llama Salud de los enfermos, porque teniendo todo poder ante aquel de quien el profeta dijo en el salmo CII: Es el que cura todas la enfermedades, el que devuelve la salud a los enfermos que lo invocan; porque si Jesucristo dio a los apóstoles el poder de curar a los hombres de toda clase de enfermedades, ¿quién dudará que la Madre de Dios, de quien dice el Salmo LXXXVI: Se ha dicho de ti cosas gloriosas, ¡Oh ciudad de Dios!  Tenga el mismo poder? ¿Quién dudará en creer que su poder sea igual a la gloria que goza en el cielo?

Refugium peccatorum

Refugio de los pecadores. Es cierto que los pecadores, según san Juan, encuentran en Jesucristo un abogado delante del Padre celeste, que compadecido de nuestras enfermedades intercede por ellos, pero como después de haber ofendido al mismo Jesucristo, temen la cólera de Cristo, no les queda sino María como refugio en su desventurado estado. Es lo que ella parece ofrecer, siguiendo las palabras del salmo LXXXVI, que se pone en sus labios. Me acordaré de Rahab  de Babilonia, que me conocerán. Promesa verdaderamente consoladora para los pecadores que han sido figurados mediante los nombres de estas dos ciudades. Abrochémonos a ella con confianza, reconozcamos su ternura, y encomendándonos a su recuerdo, pidámosle que nos obtenga el perdón de nuestros pecados.

Ejemplo

El V.P. Bernard, ese célebre sacerdote tan célebre en París en el siglo XIX, por su caridad hacia los prisioneros, y por su devoción a la Santísima Virgen, conducía al patíbulo a un hombre condenado a ser colgado: este desventurado, a sus crímenes anteriores, agregaba ahora horribles blasfemias contra Dios. Aunque hubiese colmado la paciencia de aquellos que lo habían exhortado, el Padre Bernard no se desalienta; sube con él hasta el cadalso, y empeña con él todo el celo posible, y como quiso abrazarlo, el malvado lo rechazó de un puntapié, y furioso, lo arrojó al pie de la escalera, sobre el empedrado. El Padre Bernard, aunque herido, se levanta, se arrodilla y en invoca a su potente Mediatriz, por su oración ordinaria: Memorare, o piisima! Etc. ¡Admirable efecto de su protección! La oración no había terminado y se vio al sentenciado estallar en lágrimas de penitencia, convertirse, pedir perdón, confesarse y edificar con su arrepentimiento, tanto como había horrorizado por su obstinación.

Si tenemos la desventura de ofender a Dios, recurramos a María, refugio de los pecadores, roguemos por la conversión de las almas que nos son queridas.


Traducido del francés por José Gálvez Krüger para ACI Prensa

JERICÓ DE ORACIÓN Y ALABANZA POR NUESTRA COMUNIDAD Y SACERDOTES!!



Queridos hermanos, invitamos a unirnos en oración en el Jericó de Oración y Alabanza, que desde el 23 al 29 de Mayo, a partir de las 18:30 hs., realizamos en la Vicaría San Martín de Porres, para que nuestro Señor Jesucristo y por la intercesión de nuestra Madre la Virgen María, derribe los muros que el enemigo construye, para destruir a nuestra Comunidad, nuestros sacerdotes, a todos nosotros los servidores, nuestras familias!!!!

Si no podemos asistir les pedimos que a partir de las 18:30 hs., recemos el Santo Rosario o un Ave María y la Jaculatoria: Jesús, en Vos Confío!!!

Confiamos en que nuestra oración, derribará los muros que el enemgo construye con su odio, tratando de destruir a la Iglesia de Jesucristo!!!!!!

Unidos en oración!!!!

Compartimos el texto de la Homilía del 04 de Sep. de 2015, del Papa Francisco, donde nos dice: ¡¡¡Antes de hablar mal del otro ¡morderse la lengua!!!

En la homilía de la Misa que celebró esta mañana en la Casa Santa Marta, el Papa Francisco sugirió que antes de hablar mal del otro sembrando cizaña y división, mejor sería “¡morderse la lengua!”
El Santo Padre dijo que “cada vez que me viene a la boca decir algo que sea sembrar cizaña y división y hablar mal del otro... ¡morderse la lengua!”
“Se los aseguro, ¿eh? Que si ustedes hacen este ejercicio de morderse la lengua en lugar de sembrar cizaña, las primeras veces se les hinchará la lengua, herida, porque el diablo nos ayuda en esto porque es su trabajo, su oficio: dividir”, dijo luego.
El Pontífice resaltó “nos hará bien preguntarnos: ¿Yo siembro paz? Por ejemplo, con mi lengua, ¿siembro paz o siembro cizaña?¿Cuántas veces hemos oído decir de una persona: ‘Pero, ¡tiene una lengua de serpiente!’, porque hace siempre lo que hizo la serpiente con Adán y Eva, ha destruido la paz?”.
“Esto es un mal, esta es una enfermedad en nuestra Iglesia: sembrar división, sembrar el odio, no sembrar la paz. Es bueno para nosotros que cada día nos hagamos esta pregunta: '¿Hoy sembré paz o sembré cizaña?'. 'Pero, a veces, hay que decir las cosas, porque aquél y aquella…': con esta actitud, ¿qué siembras tú?”
El Papa recordó que los cristianos están llamados a ser como Jesús, que “vino a nosotros para pacificar y reconciliar”: “si una persona, durante su vida, no hace otra cosa que reconciliar y pacificar, se la puede canonizar: esa persona es santa. Pero, debemos crecer en esto, debemos convertirnos: nunca una palabra que sea para dividir, nunca”.
“Nunca una palabra que traiga guerra, pequeñas guerras, nunca las habladurías. Yo pienso: ¿qué son las habladurías? 'Eh, nada, decir una palabrita contra otro o contar una historia: hizo esto…' ¡No! Decir habladurías es terrorismo porque el que las hace es como un terrorista que tira una bomba y se va, destruye: con la lengua destruye, no hace la paz. Pero, ¿es vivo eh? No es un terrorista suicida, no, no, él se cuida bien”.
Según señala Radio Vaticano, Francisco meditó en un pasaje del Evangelio en el que San Pablo muestra la tarjeta de identidad de Jesús: es el primogénito de Dios, es Dios mismo. El Padre lo ha enviado a “reconciliar y pacificar” a la humanidad después del pecado. “La paz es obra de Jesús”, dijo el Papa, de su “abajarse para obedecer hasta la muerte y muerte de cruz”.
“Cuando hablamos de paz o reconciliación”, aunque sean pequeñas paces, pequeñas reconciliaciones, tenemos que pensar en la “gran paz y en la gran reconciliación” que hizo Jesús”.
El Pontífice precisó que “sin Él la paz no es posible. Sin Él no es posible la reconciliación”. “Nuestra tarea es la de ser “hombres y mujeres de paz, hombres y mujeres de reconciliación”, en medio de las noticias de guerras, de odio, “incluso en las familias”.

domingo, 22 de mayo de 2016

Nuestro pan de cada día (Orando con el Padre Nuestro)





Mayo es el mes de María. Y es un nuevo momento del año, en la época de la primavera, durante el cual reflexionamos acerca del amor que nuestra Santísima Madre nos mostró al traer a Jesús a este mundo.

Al estar reflexionando sobre la columna de esta semana, de repente me pregunté a mí mismo: ¿Habrá rezado Nuestra Señora alguna vez el Padre Nuestro?

Los Hechos de los Apóstoles nos dicen que María estaba con los Apóstoles, formando parte de la primera comunidad cristiana que se reunió en Jerusalén después de la resurrección. Se nos dice que juntos “se dedicaban, de común acuerdo, a la oración”.

Como bien sabemos, cuando los apóstoles le pidieron a Jesús que les enseñara a orar, Él les enseñó el Padre Nuestro. Por lo tanto, es posible y fascinante pensar que la oración que rezamos actualmente haya podido ser dicha por María, así como lo fue por los Apóstoles.

María era una mujer de oración ya desde mucho antes de que el ángel le trajera la noticia y las promesas de Jesús. Sólo una persona de oración podría haberle dicho que “sí” a Dios en ese momento de la Anunciación.

El “fiat” de María -sus palabras al ángel: “Hágase en mí según tu palabra”- son un eco de las palabras del Padre Nuestro, “Hágase tu voluntad”.

Y el Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que estas palabras son un modelo de verdadera oración: “Fiat: Esta es la oración cristiana: ser completamente de Dios, porque Dios es completamente nuestro”.

La oración, como Jesús nos lo enseña, tiene como fin unir nuestra vida a la vida de Dios, y nuestra voluntad a la suya.

Esto lo vemos claramente en la petición: “Danos hoy nuestro pan de cada día”. Estas son palabras de confianza y de abandono a la divina Providencia.

El propósito de la oración no es decirle a Dios lo que necesitamos. Dios ya sabe lo que necesitamos, incluso antes de que se lo pidamos. Cuando le pedimos a Dios “hoy” nuestro “pan de cada día”, estamos haciendo una confesión: que sin Él no podemos alimentarnos a nosotros mismos; que sólo Él puede proporcionarnos lo que necesitamos.

Una vez más, vemos cómo la oración del Señor es un desafío a nuestro egoísmo y a nuestro orgullo, a todas nuestras ilusiones de autosuficiencia.

No importa quiénes seamos o cuánto tengamos o qué tanto trabajemos; realmente, ¿qué es lo que poseemos que no hayamos recibido de la gracia de Dios? Todo lo que tenemos y todo lo que logramos depende de su bondad. Ese es el espíritu de oración que Jesús nos enseña.

Eso no significa que debamos sentarnos pasivamente a esperar que Dios nos dé las cosas. Jesús quiere que oremos como si todo dependiera de Dios y que trabajemos como si todo dependiera de nosotros.

Fíjense cómo Jesús nos enseña a pedir “nuestro” pan. Estamos orando, no sólo por nosotros, sino también por los demás; especialmente por aquellos que no tienen diariamente el suficiente pan para vivir.

Al reflexionar sobre este pasaje, me acordé de las escenas del Evangelio en donde Jesús alimenta a una multitud de personas. En una de ellas, Él les dice a sus discípulos: “Denles ustedes de comer”.

En nuestra oración, estamos pidiendo ser verdaderos hijos de Dios, y eso significa que tenemos que imitar a Jesús en el compartir, de forma radical, nuestro pan de cada día con nuestros hermanos y hermanas, en trabajar por la justicia para que todos puedan disfrutar de lo necesario para llevar una vida digna.

En cada cosa, Jesús nos llama a confiar en la Providencia de Dios, con la cual Él proveerá. Oramos pidiendo nuestro pan de cada día, pero no podemos permitirnos a nosotros mismos dejarnos consumir por las preocupaciones materiales. Jesús dijo: “No se preocupen por su vida, por lo que van a comer o beber; ni por su cuerpo, por cómo se van a vestir”.

El pan que pedimos no es sólo el “pan” ordinario que necesitamos para mantener nuestro cuerpo.

Jesús nos dice en otra parte del Evangelio que nosotros no sólo vivimos de pan, sino también de toda Palabra que sale de la boca de Dios. Él nos dice que no hay que buscar el alimento que perece, sino el que perdura para la vida eterna.

Así, desde los primeros tiempos de la Iglesia, ésta ha entendido que “nuestro pan de cada día” se refiere también a la Eucaristía.

Jesús dio testimonio de que Él era el “pan de Dios” bajado del cielo para dar la vida al mundo. Así que en esta oración, le estamos pidiendo a Jesús que venga y que se entregue a nosotros en su Palabra y en el Santísimo Sacramento de su Cuerpo y de su Sangre. Oramos como aquellos primeros discípulos que le dijeron a Jesús: “Danos siempre de ese pan”.

De modo que esta semana, al empezar el Mes de María, tratemos de rezar el Rosario unos con otros.

Y al iniciar cada decena del Rosario con el Padre Nuestro, tengamos en cuenta que esta oración fue empleada por los Apóstoles y los Santos, por Jesús y tal vez incluso por su Madre.

Y pidámosle a Ella, a nuestra Santa Madre María, que nos ayude a orar como niños, sabiendo que nuestro Padre cuidará de nosotros, incluso por lo que respecta a nuestras más pequeñas necesidades

*La columna de opinión de Mons. José Gomez está disponible para ser utilizada gratuitamente en versión electrónica, impresa o verbal. Sólo es necesario citar la autoría (Mons. José Gomez) y el distribuidor (ACI Prensa)

Orar por la santidad y por el reino (Orando con el Padre Nuestro)




Los Santos de la Iglesia siempre han reconocido que el Padrenuestro es un resumen de todo el Evangelio del Señor. Y cada palabra y cada frase de esta oración es para nosotros una rica fuente para la contemplación y la reflexión.

Este es el enfoque que he estado tratando de asumir en estas últimas columnas. He estado tratando de pasar tiempo pensando y orando acerca de las palabras que Jesús nos dio para que oráramos, preguntándome qué significan estas palabras para nuestra relación con Dios y para nuestra vida de fe en el mundo.

Desde el principio de esta oración, la palabra “nuestro”, nos llama a rechazar el egoísmo y el individualismo que forman parte de nuestra naturaleza humana.

La Oración del Señor nos enseña que todos somos hermanos y hermanas, que somos hijos nacidos de un Padre que está en el Cielo. Esto hace que nuestro tiempo en la Tierra sea una especie de peregrinación, un viaje de vuelta al Padre, siguiendo los pasos de su Hijo.

Hablamos con nuestro Padre directamente, personalmente. Le pedimos la gracia de glorificar su santo nombre, de buscar su Reino y de conocer y hacer su voluntad. Le pedimos que nos ayude a avanzar hacia su voz, a abrir nuestros corazones a su proyecto de amor para nuestras vidas y para la creación.

Decimos: Santificado sea tu nombre. Porque el nombre de Dios denota quien Él mismo es. Y Dios es Santo. Al darnos su nombre, al crearnos a su imagen y al mostrarnos su rostro en Jesús, nuestro Padre nos llama a participar de su santidad: “Sean Santos como yo, el Señor, soy Santo”.

De modo que oramos para responder a su llamada, para glorificar su santo nombre a través de la manera en la que vivimos, es decir, a través de nuestras palabras y acciones, de nuestras actitudes y deseos.

Siempre debemos recordar que la santidad no es algo que sólo esté destinado a personas especiales. La santidad consiste en aceptar los dones y las gracias de Dios y en vivir de la manera en la que Él nos llama a vivir, es decir, con amor y compasión hacia los demás. Nuestro Padre quiere santificar su creación para llenar el mundo con la luz de su amor, para que su santo nombre sea conocido y glorificado en todos los corazones y en todas las naciones. Y Él quiere hacer eso a través de nosotros.

Jesús nos enseña a orar para que estemos más profundamente involucrados en el proyecto de la redención de Dios, para que pongamos totalmente nuestras vidas al servicio de este plan. Por eso, pedimos, que venga tu Reino.

El Reino es el mensaje, la buena noticia que Jesús trae al mundo por medio de su Vida, Muerte y Resurrección. El Reino ha venido en Jesús y continúa creciendo a través del ministerio de su Iglesia.

Su Reino es nuestra misión. Jesús ordenó: “Busquen primero el Reino de Dios y su justicia”.

Le pedimos poder trabajar con Él para llevar a cumplimiento sus propósitos. Que venga tu Reino significa que estamos trabajando todos los días para vencer el pecado y la injusticia, para construir un mundo que sea más pacífico, más gobernado por la bondad, el amor y el cuidado por los demás.

Pero Jesús nos recordó que su Reino no es de este mundo. De modo que oramos pidiendo prudencia, pidiendo que nunca sustituyamos nuestras visiones y ambiciones terrenales por el verdadero Reino cuyo advenimiento Dios desea.

Jesús nos enseña a orar primero por lo que Dios quiere para nuestras vidas y el mundo. Por eso oramos diciendo: Hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo.

No esperamos que la Tierra sea un Cielo. Pero le imploramos a Dios poder hacer lo que nos toca para que esta Tierra se parezca más al Cielo. Pedimos poder vivir de acuerdo a la Palabra de Dios; poder construir nuestras vidas sobre la roca sólida de sus divinas enseñanzas.

“Esta es la voluntad de Dios: que sean Santos”, dijo San Pablo. Por eso oramos nuevamente, pidiendo convertirnos en las personas que estamos destinadas a ser. Oramos nuevamente, pidiendo ser Santos como nuestro Padre es Santo.

Que se haga tu voluntad. Es fácil decir estas palabras rápidamente, sin pensar en lo que estamos pidiendo.

Nuestro instinto natural es querer estar en control de nuestras vidas. Es difícil “dejar ir” y dejar que alguien más esté a cargo. Los apóstoles sabían esto. En la Carta a los Hebreos leemos: “Es una cosa terrible caer en las manos del Dios vivo”.

La frase Hágase tu voluntad es un acto de fe. Aceptamos que la voluntad Dios para nosotros puede incluir las tribulaciones y las pérdidas, que puede traer incluso el sufrimiento y la persecución.

Pero como los apóstoles y los Santos nos lo muestran, la voluntad de Dios es que conozcamos la felicidad, la alegría y la paz. Por eso oramos pidiendo poder seguir a Jesús y confiar en nuestro Padre como Él lo hizo, haciendo de su voluntad, el camino para nuestra vida.

Esta semana, oremos unos por otros.

Pidámosle a nuestra Santísima Madre María que nos ayude a conocer la voluntad de Dios y a realizarla. Y pidamos también la fuerza y el valor necesarios para llevar a cumplimiento los propósitos de nuestro Padre, sin importar lo que Él ponga en nuestro camino en esta vida.

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Orar como hijos



Tenemos tantos motivos para orar en nuestras vidas y en este nuestro mundo tan lleno de problemas…

Al igual que ustedes, yo también hago oración por muchas cosas en el curso de cualquier día. Y con frecuencia, varios acontecimientos hacen que ore por intenciones especiales. Por ejemplo, esta semana, he estado teniendo presente en mi oración a uno de nuestros hermanos sacerdotes que murió, y a la familia de uno de nuestros obispos, quien perdió a su hermana recientemente.

También he estado orando por nuestros hermanos y hermanas de Ecuador y Japón, por todos aquellos que murieron y por el sufrimiento ocasionado por los terremotos ocurridos en esos países. Estoy orando por los refugiados de Siria y África, y por los cristianos que se enfrentan a la persecución, tanto allí como en otras partes del mundo.

Esta semana también he estado orando de manera especial por los refugiados e inmigrantes que viven en una especie “limbo” en nuestro país. El Tribunal Supremo de Estados Unidos escuchó argumentaciones esta semana acerca de un plan del gobierno de ayudar a 4 millones de personas que se encuentran viviendo bajo la diaria amenaza de ser deportados. Estoy orando todos los días por ellos y por nuestros líderes para que corrijan este defectuoso sistema de inmigración que tenemos.

San Pablo decía que debemos orar sin cesar. Y podemos encontrar todos los días continuas razones para orar en los medios de comunicación, en nuestras propias vidas y en las vidas de las personas a las que amamos.

Así que es bueno que sigamos reflexionando sobre las lecciones que nos da el Padre Nuestro, las cuales empezamos hace un par de semanas, en esta columna.

Al darnos las palabras del Padre Nuestro, Jesús no está diciendo que sólo recitando estas palabras podemos hablar con Dios.

Más bien, nos está diciendo que nuestra oración nunca debe ser casual. La oración es una gracia y un regalo; es entrar en una relación con el Dios vivo. Así que necesitamos saber a “quién” le estamos hablando y tenemos que cerciorarnos de que estamos hablando de cosas importantes y necesarias.

Eso es lo que nos enseña el Padre Nuestro: quién es Dios, lo que él espera de nosotros, cómo debemos hablarle y lo que le debemos decir.

Cuando Jesús oraba, elevaba sus ojos al cielo, y a nosotros nos enseña a hacer lo mismo:

“Padre nuestro que estás en los cielos”.

Ante el rostro de nuestro Padre buscamos aquello que estamos destinados a ser. Estamos orando con Jesús para llegar a ser como Jesús, porque él es el único que nos muestra el rostro del Padre y nuestro verdadero rostro como hijos de Dios.

Percibimos dos “movimientos” en la oración que Jesús nos da.

En primer lugar, Él nos enseña a elevar nuestra mirada hacia las cosas del Cielo, nos enseña a adorar y a alabar a Dios por su santo nombre, por su Reino, por su voluntad. En segundo lugar, Jesús nos enseña a pensar acerca de lo que realmente necesitamos; nos enseña a pedírselo: a pedirle el pan, el perdón, el ser liberados de la tentación y del mal.

En el centro de su oración están las palabras, “Hágase tu voluntad”. Esta es la clave del Padre Nuestro y la clave de nuestra vida. En nuestra oración, estamos implorando conocer el misterio de la voluntad de Dios y estamos pidiendo la gracia de unir nuestra voluntad a la de Él.

La oración es un acto de nuestra libertad. Como sabemos, siempre tenemos una opción cuando se trata de Dios. Siempre podemos ignorar o rechazar lo que Dios quiere. Esto lo vemos todos los días en nuestra propia vida, en la vida de otras personas, en las injusticias que se cometen en nuestra sociedad.

Este es el motivo por el que oramos. Le pedimos a Dios el conocerlo y conocer su voluntad para nuestras vidas. Le pedimos la gracia y la fuerza para “hacer” la voluntad de Dios y el valor para moldear al mundo según su voluntad.

Jesús nos enseña a invocar a Dios, ahí donde Él “vive”: en el cielo.

Las palabras “Padre nuestro que estás en los cielos” significan que sabemos que nos estamos dirigiendo al Creador del universo, a Quien mueve las estrellas y los planetas en sus órbitas, a Quien hizo el cielo y la tierra y a Quien sostiene todas las cosas.

No estamos diciendo que Dios es remoto o lejano. Santa Teresa de Ávila dice que “dondequiera que Dios está, ahí está el Cielo”. Y Dios está en todas las partes de su creación, así que sabemos que nuestro Padre del Cielo está más cerca de nosotros que el aire que respiramos.

Debemos orar con una especie de asombro y admiración porque este Dios que creó todas las cosas nos permite acercarnos a él y llamarlo “Padre”.

Con esta oración, Jesús nos enseña a orar con la confianza de los hijos de Dios, sabiendo que somos amados por Dios y que fuimos creados para sus propósitos y a su imagen.

Entonces, esta semana, oremos unos por otros y tratemos de hacer una oración cada día por alguna persona de nuestras vidas o por alguna situación del mundo. Retomemos el hábito de orar por los demás.

Y pidámosle a nuestra Santísima Madre María que nos ayude a orar con una nueva y más profunda conciencia de que somos hijos e hijas muy amados de nuestro Padre del Cielo

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El Papa en la Santísima Trinidad: Seamos levadura de comunión, consuelo y misericordia



VATICANO, 22 May. 16 / 05:25 am (ACI).- El Papa Francisco presidió el rezo del Ángelus en la fiesta de la Santísima Trinidad y explicó que esta fecha “nos invita a emplearnos en los acontecimientos cotidianos para ser levadura de comunión, de consuelo y de misericordia”.

Además, el Pontífice recordó que en esta misión “somos sostenidos por la fuerza que el Espíritu Santo nos dona: la de curar la carne de la humanidad herida de la injusticia, de la explotación, del odio y de la codicia”.

Francisco comentó el Evangelio del día en el que Jesús, poco antes de su Pasión, “explica a sus discípulos la verdad más profunda sobre Él, y así viene dibujada la relación entre Jesús, el Padre y el Espíritu Santo”.

“Jesús revela en qué consiste esta misión, ante todo el Espíritu Santo nos guía a entender las muchas cosas que Jesús mismo tiene todavía que decir”.

El Santo Padre añadió que “no se trata de doctrinas nuevas o especiales, sino de una plena comprensión de todo aquello que el Hijo ha escuchado al Padre y que ha hecho conocer a sus discípulos”.

“El Espíritu nos guía en las nuevas situaciones existenciales con la vista puesta en Jesús y, al mismo tiempo, abierto a los eventos y al futuro. Él nos ayuda a caminar en la historia firme radicada en el Evangelio y también con dinámica fidelidad a nuestras tradiciones y costumbres”.

El Pontífice dijo a los fieles que el misterio de la Trinidad habla a todos también hoy “de nuestra relación con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo”.

“Dios es una ‘familia’ de tres Personas que se aman tanto que forman una sola persona” y “ésta ‘familia divina’ no está encerrada en sí misma, sino abierta, se comunica a la creación y a la historia y ha entrado en medio de los hombres para llamar a todos a formar parte”.

Francisco también aseguró que el misterio de la Trinidad “nos envuelve y nos estimula a vivir en el amor y en el compartir con los demás, seguros de que allí donde hay amor está Dios”.

El Papa también habló de la importancia de las relaciones personales en las comunidades eclesiales y pidió que allí “sea siempre evidente la imagen de la Iglesia como icono de la Trinidad”.

Mes de María - Vigésimo segundo día: Explicación de las letanías




Janua coeli

Puerta del cielo. Los fieles, llamando a María la Puerta del cielo, hablando siguiendo a los Padres de la Iglesia que le dieron es nombre. Esta cualidad le conviene tan perfectamente, que es en el dichoso momento en el que el Verbo divino se dignó encarnar en su casto seno que nos convertimos en los herederos del cielo y los coherederos de Jesucristo. Por eso, los patriarcas y los justos del Antiguo Testamento, detenidos en los limbos hasta el momento en que debían ser introducidos en el cielo por el vencedor del pecado y de la muerte, exclamaron sin cesar delante de María, según las palabras de San Agustín: “Virgen perpetua” Abre tu seno que es bermejo como una rosa, porque es tu fe la que abre y cierra los cielos”.

Stella matutina

Estrella de la mañana. Par conocer el motivo de dar a María el título de Estrella de la mañana, consideremos que al igual que las sombras de la noche huyen al momento en que esta estrella aparece y anuncia el nacimiento del sol; igualmente, María, mil veces más brillante que la aurora, apareció para anunciar el nacimiento del Sol de justicia  y para dar al mundo a aquel que debía traer la luz y la verdad, y disipar las tinieblas de la idolatría y de la ignorancia que cubrían casi todo el universo antes del nacimiento de su divino Hijo

Ejemplo

San Francisco de Sales, Obispo de Ginebra, cuya rara modestia y vida ejemplar eran una imagen semejante a la de María, había recibido, desde su juventud, una prueba milagrosa de la protección de esta divina virgen, por la liberación súbita de una tentación de desesperanza espantosa. Su confianza en esta tierna Madre se redobló desde entonces, y no dejó de testimoniar su reconocimiento. Aunque encargado de dirigir una gran diócesis, ocupado de la predicación, de la dirección de almas, en la composición de las bellas obras con que enriqueció a la Iglesia, no se dispensaba de rezar diariamente el rosario. Una vez que se vio obligado a posponerlo hasta muy tarde, su vicario le hizo la observación que tenía una extrema necesidad de descanso, y que debía pasarlo para la mañana siguiente. Mi máxima, le contestó el fiel servidor de María, es no dejar nunca para el día siguiente lo que se puede hacer en el momento, y continuó su rosario hasta el final.

Recemos a menudo el rosario y la Santísima Virgen, después de nuestra muerte, nos introducirá en el cielo.


Traducido del francés por José Gálvez Krüger para ACI Prensa