Basilio, obispo de Cesárea de Capadocia (hoy en Turquía),
apellidado “Magno” por su doctrina y sabiduría, enseñó a los monjes la
meditación de la Escritura ,
el trabajo en la obediencia y la caridad fraterna, ordenando su vida según las
reglas que él mismo redactó. Con sus escritos educó a los fieles y brilló por
su trabajo pastoral en favor de los pobres y de los enfermos.
Gregorio, amigo suyo, fue
obispo de Nacianzo. Defendió con vehemencia la divinidad del Verbo, mereciendo
por ello ser llamado “Teólogo”. La
Iglesia se alegra de celebrar conjuntamente la memoria de tan
grandes doctores.
San Basilio y San
Gregorio fueron compañeros de estudio en Atenas y se convirtieron en amigos
inseparables. Tan pronto como Basilio aprendió todo lo que sus maestros podían
enseñarle, regresó a Cesárea. Ahí pasó algunos años en la enseñanza de la retórica
y, por consejos de su hermana mayor, recibió el bautismo y tomó la
determinación de servir a Dios dentro de la pobreza evangélica, por lo que se
estableció en un paraje para vivir en retiro solitario, entregado a la plegaria
y el estudio. No tardaron en agruparse en torno suyo varios discípulos y formó
el primer monasterio que hubo en el Asia Menor.
Tiempo después,
San Gregorio sacó a Basilio de su retiro para que le ayudase en la defensa de
la fe del clero y de las Iglesias, y se quedó en Cesárea como el primer
auxiliar del arzobispo hasta que fue elegido para ocupar la sede arzobispal; mientras
el santo defendía así a la iglesia de Cesárea de los ataques contra su fe y su
jurisdicción, no dejaba de mostrar su celo acostumbrado en el cumplimiento de
sus deberes pastorales. San Basilio murió a la edad de cuarenta y nueve años,
agotado por la austeridad en que había vivido, el trabajo incansable y una
penosa enfermedad. Toda Cesárea quedó enlutada y sus habitantes lo lloraron
como a un padre y a un protector; los paganos, judíos y cristianos se unieron
en el duelo.
San Gregorio,
mientras participaba en el segundo concilio ecuménico, el año 381, fue elegido obispo de Constantinopla y asumió
la presidencia del Concilio. Pero inmediatamente se desencadenó una fuerte
oposición contra él; la situación se hizo insostenible: "Nosotros, que
tanto amábamos a Dios y a Cristo, hemos dividido a Cristo. Hemos mentido los
unos a los otros por causa de la
Verdad ; hemos alimentado sentimientos de odio por causa del
Amor; nos hemos dividido unos de otros"
Volvió a Nacianzo
y durante cerca de dos años se dedicó al cuidado pastoral de aquella comunidad
cristiana. Luego se retiró definitivamente a la soledad cerca de su tierra
natal, consagrándose al estudio y a la vida ascética. Durante este período
compuso la mayor parte de su obra poética, sobre todo autobiográfica.