Virgen clemente, Madre de Cristo, que con mano piadosa desatas los nudos que provocan nuestra desesperanza, vengo a ti con una gran angustia en mi corazón: Acuérdate, oh piadosísima Virgen María,
que jamás se ha oído decir,
que ninguno de los que han acudido a tu protección
implorando tu asistencia,
y reclamando tu socorro
haya sido abandonado de vos.
Animado con esta confianza,
a vos también acudo,
Virgen, Madre de las vírgenes,
y aunque dolido por el peso de mis pecados,
me atrevo a comparecer ante tu presencia amorosa.
No desprecies mis súplicas, Madre de Cristo
antes bien acéptalas y escúchalas.
Amén.
Del Evangelio escrito por San Mateo
Dijo Jesús: “Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque yo soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana”.
Palabra del Señor: Gloria a Ti, Señor Jesús!
Nadie está en el cielo más cerca de Dios que Tú, por eso te pido que te apiades de mí y que me sostengas con tus brazos maternales para que el mal que me angustia desaparezca de mi vida. Amén.
Dios te salve María…
Haz que, por medio de tus oraciones me vea libre de esta gran preocupación, tú que sufriste con entrega admirable al pie de la cruz de Jesús, te pido que no desprecies mi súplica, más bien líbrame de todo peligro, Virgen gloriosa y bendita. Amén
Dios te salve María…
María Que Desatas Los Nudos, consuelo de los afligidos: Ruega por nosotros!
Fuente: Libro “Nuestra Señora la que desata los nudos – Oraciones del Peregrino” – Pquia. San José del Talar.