Fueron
ciento diecisiete mártires de los siglos XVIII y XIX, proclamados santos por
Juan Pablo II.
No
sólo son significativos el número insuperado en la historia de las
canonizaciones, sino también la calificación de los santos (ocho
obispos, cincuenta sacerdotes, cincuenta y nueve laicos), la
nacionalidad (noventa y seis vietnamitas; once españoles; diez franceses, el
estado religioso (once dominicos; diez de la Sociedad de las Misiones
Extranjeras de París; otros del clero local, más un seminarista, el estado
laical (muchos padres de familia, una madre, dieciséis catequistas, seis
militares, cuatro médicos, un sastre; además de campesinos, pescadores y jefes
de comunidades cristianas).
Seis
de ellos fueron martirizados en el siglo XV, los demás, entre 1835 y 1862; es
decir, en el tiempo del dominio de los tres señores que gobernaban Tonkín,
Annam y Cochinchina, hoy integradas en la nación de Vietnam.
En gran
parte (setenta y cinco) fueron decapitados; los restantes murieron
estrangulados, quemados vivos, descuartizados, o fallecieron en prisión a causa
de las torturas, negándose a pisotear la cruz de Cristo o a admitir la falsedad
de su fe.
De
estos ciento diecisiete mártires, la fórmula de canonización ha puesto de
relieve seis nombres particulares, en representación de las distintas
categorías eclesiales y de los diferentes orígenes nacionales. El primero, del
que encontramos una carta en el oficio de lectura, es Andrés Dung-Lac. Nació en
el norte de Vietnam en 1795; fue catequista y después sacerdote.
Otros dos provienen del centro y del sur del Vietnam. El primero, Tomás
Tran-VanThien, nacido en 1820 y arrestado mientras iniciaba su formación
sacerdotal, fue asesinado a los dieciocho años en 1838; el otro es Manuel
Le-Van-Phung, catequista y padre de familia, muerto en 1859. Entre los
misioneros extranjeros son mencionados dos españoles y un francés. El dominico
español Jerónimo Hermosilla, llegado a Vietnam en 1829, vicario apostólico del
Tonkín oriental; el otro dominico, el obispo vasco Valentín de Berriochoa, que
llegó a Tonkín en 1858, a
los treinta y cuatro años, fue muerto en 1861.
El francés Jean-Théophane Vénard, de la Sociedad de las Misiones
Extranjeras de París, llegó a Tonkín en 1854 y fue asesinado a los treinta y
dos años: sus cartas inspiraron a santa Teresa de Lisieux a rezar por las
misiones, de las que fue proclamada patrona junto con san Francisco Javier.