Lituania
es ahora de gran mayoría católica. Pero en un tiempo en ese país la religión
era dirigida por los cismáticos ortodoxos que no obedecen al Sumo Pontífice. Y
la conversión de Lituania al catolicismo se debe en buena parte a San Josafat.
Nació
en 1580, de padres católicos fervorosos. De joven entró de ayudante de un
vendedor de telas, y en los ratos libres se dedicaba a leer libros religiosos.
El negociante se encariñó con Josafat y le hizo dos ofertas: permitirle casarse
con su hija y dejarlo como heredero de todos sus bienes. El joven le agradeció
sus ofrecimientos, pero le dijo que había determinado conseguir más bien otra
herencia: el cielo eterno. Y que para ello se iba a dedicar a la vida
religiosa.
Para
su fortuna se encontró con dos santos sacerdotes jesuitas que lo fueron guiando
en sus estudios, y lo encaminaron hacia el monasterio de la Sma. Trinidad en
Vilma, capital de Lituania, y se hizo religioso y más adelante fue ordenado de
sacerdote. Dedicaba muchas horas a la oración, la lectura y meditación en las
Sagradas Escrituras y los libros
escritos por los santos. Fue nombrado superior del monasterio, en
Vilma, donde varios de los monjes eran ortodoxos y antirromanos, pero con gran
paciencia y prudencia los fue convenciendo de que la verdadera Iglesia es la
católica y que el sucesor de San Pedro es el Sumo Pontífice y que a él hay que
obedecer.
En
1617, fue nombrado arzobispo de Polotsk, y se encontró con que su
arzobispado estaba en el más completo abandono. Se dedicó a reconstruir templos y
a obtener que los sacerdotes se comportaran de la mejor manera posible. Visitó
una por una todas las parroquias. Redactó un catecismo y lo hizo circular y
aprender por todas partes. Dedicaba sus tiempos libres a atender a los pobres e
instruir a los ignorantes.
En
1623, sabiendo que la ciudad de Vitebsk era la más rebelde y contraria a él,
dispuso ir a visitarla para tratar de hacer las paces con ellos. Los enemigos
se propusieron poner una trampa al santo para poderlo matar. Le enviaron un
individuo que todos los días llegaba a su casa, mañana y tarde a insultarlo. Al
fin uno de los secretarios del arzobispo detuvo al insultante para que no
faltara más al respeto al prelado, y esta era la señal que los asesinos
buscaban. Inmediatamente dieron voz de alarma en toda la ciudad, reunieron la
chusma y se lanzaron a despedazar a todos los ayudantes de San Josafat. Cuando
él vio que iban a linchar a sus colaboradores, salió al patio y gritó a los
atacantes: "Por favor, hijos míos, no golpeen a mis ayudantes, que ellos
no tienen la culpa de nada. Aquí estoy yo para sufrir en vez de ellos".
Al
oír esto los jefes de la sedición gritaron: "¡Que muera el amigo del
Papa!" y se lanzaron contra él. Le atravesaron de un lanzazo, le pegaron un
balazo, y arrastraron su cuerpo por las calles de la ciudad y lo echaron al río
Divina. Era el 12 de noviembre de 1623.