NUESTRA
SEÑORA DEL VALLE
Sábado
13 de Abril – Memoria Obligatoria
Cerca de 1542, los
españoles comenzaron a civilizar el Valle de Catamarca, donde se fueron estableciendo sacerdotes y pobladores católicos, empeñados en hacer apostolado
con los indios de la región, los calchaquíes.
Poco después de
convertidos, éstos comenzaron a venerar una imagen de Nuestra Señora que se
encontraba en la gruta de Ambato, cerca del poblado de Choya. Era una imagen de
mármol, de 42 centímetros de altura, que representaba la Inmaculada Concepción.
Los españoles
tomaron conocimiento de la existencia de la imagen en 1630 cuando uno de los
indios comunicó el hecho a Don Manuel de Salazar, administrador del Valle y
defensor de los indígenas. Este caballero, buen cristiano y de origen noble,
fue a verificar la veracidad del hecho, pues temía que los indios estuviesen
adorando algún ídolo. Al confirmar que no había nada de pagano en aquella
devoción, intentó convencer a los indios que llevasen la imagen a la ciudad de
los españoles. Pero los indios, para impedirlo, llegaron hasta a montar guardia
delante de la imagen. Finalmente, al ver que la imagen sonreía y reflejaba una
luz en la mirada, consintieron en el traslado. Fue llevada a un altar en la
casa del propio Salazar, de donde varias veces huyó a la primitiva gruta hasta
que le fue edificada una iglesia.
Disgusto de
Nuestra Señora con la apostasía de los indios
Lamentablemente,
los calchaquíes se apartaron de la Fe y se transformaron en una de las más
terribles tribus enemigas de la civilización católica en la región. La imagen
de Nuestra Señora comenzó a desaparecer de la iglesia, pero esta vez para
mostrarles a los indios su disgusto con la apostasía.
Los documentos de
época dan testimonio de que los más aterradores combates de la rebelión
indígena coinciden con nuevas desapariciones de la imagen, la cual retornaba a
la iglesia con el manto lleno de polvo, salpicado de barro, con pequeñas hojas
y la fisonomía ruborizada.
Fue especialmente
notoria la aparición de Nuestra Señora a los indígenas en 1658 durante el
ataque a la ciudad del Valle Viejo y al fuerte San Bernardo. Diez años después,
algunos indios prisioneros, llevados a la iglesia donde se encontraba la
imagen, comenzaron a gritar asustados pues reconocieron en ella a la “guerrera
que vimos en muchas batallas”.