lunes, 15 de octubre de 2012

SANTA TERESA DE JESÚS - VIRGEN Y DOCTORA DE LA IGLESIA


”Dios no ha de forzar nuestra voluntad; toma lo que le damos;

 mas no se da a sí del todo hasta que nos damos del todo".

 

          Teresa nació en la ciudad castellana de Ávila en 1515.  A los siete años, tenía ya gran predilección por la lectura de las vidas de santos. Junto con su hermano Rodrigo resolvieron partir al país de los moros con la esperanza de morir por la fe. Así pues, partieron de su casa a escondidas, rogando a Dios que les permitiese dar la vida por Cristo; pero se toparon con uno de sus tíos, quien los devolvió a los brazos de su afligida madre. Por esto, Teresa y Rodrigo decidieron vivir como ermitaños en su propia casa. Teresa amaba desde entonces la soledad.  Siendo Joven, Teresa empezó a reflexionar seriamente sobre la vida religiosa que le atraía y le repugnaba a la vez. Ingresó al convento carmelita de la Encarnación, a pesar de que su padre se oponía (tenía 20 años).

A principios del siglo XVI, Las carmelitas, como la mayoría de las religiosas, habían decaído… Los recibidores de los conventos de Avila eran una especie de centro de reunión de las damas y caballeros de la ciudad. Las religiosas podían salir de la clausura con el menor pretexto, de suerte que el convento era el sitio ideal para quien deseaba una vida fácil y sin problemas. Las comunidades eran sumamente numerosas, lo cual era a la vez causa y efecto de la relajación. Este modo de vida se aceptaba como normal y se apartaba mucho del espíritu de los fundadores. Así, cuando una sobrina de Santa Teresa, que era también religiosa en el convento de la, le sugirió la idea de fundar una comunidad reducida, la santa la consideró como una especie de revelación del cielo. Teresa, que llevaba ya veinticinco años en el convento, resolvió poner en práctica la idea y fundar un convento reformado. La santa estableció la más estricta clausura y el silencio casi perpetuo. El convento carecía de rentas y reinaba en él la mayor pobreza; las religiosas vestían toscos hábitos, usaban sandalias en vez de zapatos (por ello se les llamó descalzas) y estaban obligadas a la perpetua abstinencia de carne. Santa Teresa no admitió al principio más que 13 religiosas, pero luego aceptó que hubiese 21.

Por otra parte, La Iglesia califica de "celestial" la doctrina de Santa Teresa. Las obras de la “mística Doctora" ponen al descubierto los rincones más recónditos del alma humana. Sus escritos subrayan sobre todo el espíritu de oración, la manera de practicarlo y los frutos que produce. Teresa era una mujer relativamente inculta, que escribió sus experiencias en la común lengua castellana de los habitantes de Avila, que ella había aprendido "en el regazo de su madre"; escribió sin valerse de otros libros, sin haber estudiado previamente las obras místicas y sin tener ganas de escribir, porque ello le impedía dedicarse a hilar. La santa empezó a escribir su autobiografía por mandato de su confesor, sometiendo así, sin reservas sus escritos al juicio del mismo y, sobre todo, al juicio de la Iglesia.