viernes, 7 de septiembre de 2012

TERCER DÍA DEL TRIDUO A LA SANTÍSIMA VIRGEN EN SU NATIVIDAD


Hermanos en este día en que nuestra Madre nos convoca una vez más para que por intermedio de ella nos acerquemos a su Hijo, le pidamos ser fieles a su llamado de conversión para alcanzar la vida eterna y la gloria de Dios.


Oración inicial


Padre Dios, Padre de Jesús, Padre de María, Padre Nuestro: Te damos gracias porque diste a María el poder de desatar los nudos del mal y anudar lazos de vida. Te pedimos que por sus manos maternales, liberes nuestras vidas del temor que nos paraliza, de la desconfianza que nos cierra, de la tristeza que nos amarga… Ayúdanos a construir junto a Jesús una familia más unida y una vida en armonía con Dios. Te lo pedimos en el mismo Espíritu que llenó de dones a María, por Cristo Nuestro Señor.
¡Oh María! Pongo en tus manos mis miedos, incertidumbres, temores, inseguridades, debilidades, tentaciones y caídas. También te encomiendo a mis seres queridos. Haz que tengamos siempre confianza en las Palabras de Jesús. “No teman, Yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo”. Amén.


*** Breve Silencio ***

A cada intención respondemos: ¡Virgen María, Ayúdanos

-Para que abra mi corazón a la Palabra de Dios. R .
-Para que pueda ver en el hermano más necesitado el rostro de Jesús. R.
-Para que por tus méritos Madre, alcance la paz, la santificación y la
conversión. R.


***Padre Nuestro - Ave María - Gloria ***


Reflexión


Has venido porque estás envuelto en miedos y temores. Tememos por la salud, por tu muerte y la de tus hijos, por la falta de seguridad. Tenemos miedo de perder nuestro trabajo, nuestros afectos, nuestra libertad… y tantas otras cosas. Y Jesús que fue capaz de dominar los vientos que arremetían contra la barca, donde estaba como dormido junto a los discípulos, también puede dirigir la barca de nuestras vidas y llevarlas a buen puerto. Confiemos… tengamos un solo pensamiento: con Jesús podremos afrontar las tormentas de la vida.


Compromiso: Recitaré a menudo el Salmo 23.


El Señor es mi Pastor
nada me puede faltar.
Él me hace descansar en verdes praderas,
me conduce a las aguas tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el recto sendero
por amor de su Nombre.
Aunque cruce por oscuras quebradas,
no temeré ningún mal,
porque Tú estás conmigo:
tu vara y tu bastón me infunden confianza.
Tú preparas ante mí una mesa,
frente a mis enemigos;
unges con óleo mi cabeza
y mi copa rebosa.
Tu bondad y tu gracia me acompañan
a lo largo de mi vida;
y habitaré en la Casa del Señor,
por muy largo tiempo.

Ave María Purísima: Sin Pecado Concebida
Ave María Purísima: Sin Pecado Concebida
Ave María Purísima: Sin Pecado Concebida