San
Mateo, hijo de Alfeo, vivió en Cafarnaún, en el lago de Galilea. Fue un
publicano, es decir, un colector de impuestos para los romanos. Cuando Jesús lo ve sentado a la mesa de
recaudación de impuestos lo llama para que sea uno de los Doce.
El
hecho de haber tenido como invitado al Señor a su mesa, y el trabajo al que se
dedicaba cuando fue llamado por el Señor se aluden en la liturgia de su fiesta.
En la oración colecta se señala que Dios, "inexpresable
misericordia", se dignó "elegir a san Mateo para convertirlo de
recaudador de impuestos en un apóstol". En la oración postcomunión se hace
referencia al "gozo salvífico que
experimentó san Mateo cuando recibió en su casa como comensal al
Salvador".
Después
de la ascensión del Señor, San Mateo predicó varios años en Judea y en los
países cercanos hasta la dispersión de los apóstoles. Poco antes de esta
dispersión escribe su Evangelio, siendo
el primero de los cuatro. La Liturgia aplica a San
Mateo las siguientes palabras del libro de Esdras: "Este maestro, muy
instruido en la Ley
dada a Moisés por Yavé, Dios de Israel (...) sobre él estaba la bondadosa mano
de su Dios. (...) se había dedicado con
todo su corazón a poner por obra la
Ley de Yavé y a enseñar a Israel sus mandamientos y
preceptos." (cfr. Esd. 7, 6-10).
Fue
muerto a filo de espada cuando estaba orando al pie del altar después de misa.