REDACCIÓN CENTRAL, 15 Ago. 13 / 05:21 am (ACI).- A inicios de 1984 una ecografía mostraba que en el vientre de la chilena Rosa Silva se gestaba un bebé con tres brazos y dos cabezas. Los médicos insistieron en que se practique un aborto, pero ella se negó pues estaba dispuesta a recibir “lo que Dios le mandara” y Dios no le envió un bebé con malformaciones sino hijos gemelos, los hoy sacerdotes Felipe y Paulo.
Idénticos en cuerpo y vocación, Felipe y Paulo Lizama siempre lo compartieron todo: la misma educación, amistades, aficiones deportivas -jugaron y destacaron juntos en las ligas menores del club Colo Colo- y una profunda fe. Sin embargo, que los dos respondieran al llamado a la vida sacerdotal sorprendió a más de uno.
En una entrevista concedida a ACI Prensa, los ahora Padres Felipe y Paulo narraron la estremecedora historia de su nacimiento.
Sus padres Humberto Lizama y Rosa Silva, eran paramédicos y ya tenían a su hermana Paola, entonces de cuatro años, cuando Rosa resultó nuevamente embarazada.
Sus padres Humberto Lizama y Rosa Silva, eran paramédicos y ya tenían a su hermana Paola, entonces de cuatro años, cuando Rosa resultó nuevamente embarazada.
La familia vivía en el pueblo Lagunillas de Casablanca en Valparaíso, Chile. Cumpliendo su labor de paramédica, Rosa -que desconocía su gestación- se expuso a los rayos x en un procedimiento. Por ello, en cuanto supo de su estado, se realizó su primera ecografía.
El médico le advirtió que veía “algo raro”, le dijo que “la guagua (el bebé) viene con tres brazos y los pies están algo enredados”, y además “tenía dos cabezas”, según relata Paulo.
Aunque en Chile se permitía entonces el aborto por razones “terapéuticas” y los médicos le dijeron que su vida corría peligro en una gestación tan extraña, Rosa se opuso a esta práctica y les dijo que aceptaba lo que “Dios mandaba”.
“El Señor obró y produjo un embarazo gemelar, no sé si el médico se equivocó“, asegura Felipe y Paulo agrega que “siempre pienso con especial cariño y ternura en el corazón de mi mamá que daba su vida por mí, por nosotros”.
Los hermanos Lizama nacieron el 10 de setiembre de 1984. Primero nació Felipe y como no se desprendía la placenta, los médicos sugirieron a la madre realizar un raspaje, pero ella no aceptó porque ella sentía que otro niño estaba por venir. Paulo nació 17 minutos después.
“Este último episodio es muy significativo para mi, los médicos introducirían unos utensilios para sacar la placenta que demoraba en salir. Mi mamá sabía que yo estaba ahí. Me demoré pero salí”, si le hacían el raspado “lo más probable es que me hubieran dañado gravemente”, expresó Paulo.
Los gemelos conocieron la historia de su nacimiento cuando cursaban el sexto año de formación en el Seminario. “Sin duda la sabiduría de la mamá y su corazón permitieron que en el momento oportuno nos enterásemos de tan hermoso acontecimiento”, afirma Paulo.
Siempre había pensado que la vocación al sacerdocio venía desde la adolescencia pero después se dio cuenta su vocación sacerdotal, Dios la gestó desde siempre y fue posible gracias al sí de su mamá.
“¿Cómo no defender la vida? ¿Cómo no predicar al Dios de la vida? Este acontecimiento potenció mi vocación, le ha dado una vitalidad específica y, por lo mismo, me he podido entregar existencialmente a lo que he creído. Estoy convencido de lo que creo, de lo que soy y de lo que hablo, claramente por Gracia de Dios”, agregó.
El llamado al sacerdocio
La infancia de los hermanos Lizama transcurrió entre el estudio, la formación católica de casa, las catequesis en la capilla del pueblo y la pasión por el fútbol.
Desde pequeños “íbamos a Misa los domingos y éramos llevados a la oración del mes de María, que en Chile se celebra en noviembre”.
Recibieron la Primera Comunión, pero por jugar fútbol dejaron de ir a Misa. La separación de sus padres marcó sus vidas y tomaron la decisión de dejar el fútbol, entonces tenían 16 años de edad.
En este momento de dolor por la ruptura familiar, los Lizama comenzaron a participar más activamente en la parroquia “Virgen de Nuestra Señora de las Mercedes” de Lagunillas, donde se prepararon para recibir el sacramento de la Confirmación.
Para Paulo participar en un grupo parroquial significaba nuevos amigos y tener algo que hacer el fin de semana. “No tenía bien arraigadas mis convicciones en Dios y en la pureza del sacramento”, afirma y recuerda que en “una adoración al Santísimo, entré a la Iglesia, cantos gregorianos, la custodia, el incienso, el silencio, el Señor. Me dije esto es para mí”.
Felipe por su parte, desarrolló un “gustito” por las cosas de Dios al conocer más la Iglesia desde dentro, así como “la figura cercana de un sacerdote, el P. Reinaldo Osorio, quien fuera el formador del Seminario, al que después asistieron.
“Dios me estaba llamando. Me di cuenta que era en Dios y en las cosas de Dios donde yo era feliz, no hubo lugar a dudas: quería ser sacerdote”, explicó.
Pese a su estrecha relación, no comentaron estas inquietudes vocacionales el uno al otro. “No sé quién de los dos sintió primero el llamado. Creo que Dios hizo muy bien las cosas, para salvaguardar la libertad en la respuesta. (…) Si yo consideraba el sacerdocio como una realidad posible, que llenaba mi corazón ¿por qué mi hermano no podría hacerlo también?”, recuerda Paulo.
A los 18 años de edad terminaron la escuela e ingresaron el 8 de marzo de 2003, al Pontificio Seminario Mayor San Rafael de Lo Vásquez.
Para la familia no fue fácil aceptar esta decisión doble. Sin embargo, al terminar el primer año de formación la actitud de Rosa cambió. “Mi mamá me confesó que estaba tranquila porque nos veía contentos”, asegura Felipe.
Para la familia no fue fácil aceptar esta decisión doble. Sin embargo, al terminar el primer año de formación la actitud de Rosa cambió. “Mi mamá me confesó que estaba tranquila porque nos veía contentos”, asegura Felipe.
Los gemelos fueron ordenados diáconos en septiembre de 2011 y el 28 de abril de 2012 fueron ordenados sacerdotes por el Obispo de Valparaíso, Mons. Gonzalo Duarte García. Ese mismo día, los gemelos celebraron su primera Misa juntos en su parroquia de origen “Nuestra Señora de las Mercedes” en Lagunillas. Felipe presidió y Paulo concelebró.
A un poco más de un año de su ordenación, el Padre Felipe sirve en la Parroquia San Martín de Tours de Quillota y el Padre Paulo en la Parroquia la Asunción de María de Achupallas, Viña del Mar, donde por encargo del Obispo es el asesor de la Pastoral Juvenil diocesana.
Dirigiéndose a los jóvenes que descubren el llamado del Señor para seguirlo más de cerca, el Padre Felipe explica que “Dios no juega con nosotros. Quiere que seamos felices y el sacerdocio una vocación hermosa y que nos hace plenamente felices”.
El Padre Paulo agrega que seguir a Jesús no es fácil pero es hermoso. “Jesús, la Iglesia y el Mundo nos necesitan. Pero no necesitan a cualquier joven: necesitan a jóvenes empoderados de la verdad del Dios, de modo que su vida misma transparente vida, la sonrisa muestre esperanza, la mirada muestre fe y sus acciones muestren amor”, afirma.