Queridos hermanos,
En pocos días comenzará la Cuaresma, tiempo para escuchar la voz del Señor que nos habla al corazón como Padre bueno que quiere nuestro bien. Por eso, en la pedagogía de la Iglesia, la Cuaresma constituye una preciosa oportunidad para purificar el espíritu y prepararnos a vivir la gran noticia que nos alegra y da sentido a nuestras vidas: ¡Cristo resucitó! Su amor redentor de Jesús nos hace hijos en Él.
Es en este tiempo que se retoman con más fuerza algunas actividades centrales del año como las reuniones de los grupos, el comienzo de las inscripciones de catequesis o los encuentros para planificar las celebraciones de Semana Santa. Las comunidades cristianas se preparan a ofrecer los distintos espacios de oración y reflexión en torno a la Palabra de Dios para que estos cuarenta días lleguemos a la Pascua con el corazón fortalecido y capaz de responder a la invitación del Señor a la conversión y el compromiso solidario.
El Santo Padre Francisco en su Mensaje anual de Cuaresma “La Palabra es un don. El otro es un don.”, luego de guiarnos a la lectura de la parábola del hombre rico y el pobre Lázaro (cf. Lc 16,19-31), nos propone evaluar nuestra relación con los hermanos y con los bienes materiales, ayudándonos a advertir que el pecado ciega nuestro corazón, nos aleja de una Palabra que fue derramada para nuestro bien para hacernos olvidar que el hermano es un don que “merece acogida, respeto y amor. La Palabra de Dios nos ayuda a abrir los ojos para acoger la vida y amarla, sobre todo cuando es débil.” (Francisco, Mensaje, n. 1).
La Palabra de Dios que muchas veces desatendemos con indiferencia, nos da la perspectiva, el horizonte en que se desarrolla nuestra vida. Ella alimenta nuestra oración y nos invita a considerar los temas verdaderamente importantes para captar las señales de Dios que siempre está llamándonos, insistiéndonos, perdonándonos. En el Mensaje del Papa Francisco aparecen con claridad los efectos de nuestro menosprecio por la Palabra de Dios: la ceguera del corazón que nos impide ver en el otro al hermano; la codicia, la avaricia, la soberbia que nos llevan a buscar desenfrenadamente nuestro bien material por encima de los demás y de nuestro verdadero bien personal.
Este tiempo de Cuaresma nos da la oportunidad de reflexionar sobre los males que nos aquejan. Mientras el mundo deja de lado los caminos de la fraternidad, se suman a la iniquidad y crueldad de las guerras, los exilios forzados, las políticas migratorias restrictivas e indiferentes al dolor humano, las predicaciones sobre las pretendidas bondades del mercado y la hipocresía de crear pobres a los que se quiere después atender…
“(…) Una grave prueba de la pobreza de una civilización es la incapacidad de ver a sus pobres, que antes se descartan y luego se ocultan. Los aviones contaminan la atmósfera, pero con una pequeña parte del dinero del pasaje se plantarán árboles para compensar una parte del daño causado. Las empresas del juego de azar financian campañas para el tratamiento de los ludópatas que crean. Y el día en que las empresas de armas financien hospitales para tratar a los niños mutilados por las bombas, el sistema habrá alcanzado su punto culminante. Ésta es la hipocresía” (Francisco, Conferencia a los empresarios de Economía y Comunión, 4 de febrero de 2017)
Como cristianos no podemos reproducir estas actitudes desentendiéndonos y pretendiendo que no pasa nada. La escena del pobre Lázaro nos sigue conmoviendo y nos pide no dejar de hacer nuestro propio aporte personal y solidario, dar de nosotros mismos, darnos… Si al menos el rico lo hubiera invitado a comer o a entrar a su casa… si lo hubiera escuchado con el corazón…
La Cuaresma como tiempo penitencial nos pide salir de nosotros mismos para descubrir si aún no lo hicimos, la necesidad del hermano. Si la oración nos une al corazón del Padre bueno y el ayuno concentra nuestra mirada sobre lo esencial, la limosna es siempre aquel camino concreto y eficaz que nos acerca al hermano necesitado.
La pasada Navidad hemos tenido muy hermosas resonancias de todo cuanto se hizo para acercar alegría y esperanza al corazón de nuestros pobres. Tantas parroquias y comunidades pudieron organizarse y animar la solidaridad para vivir dignamente la llegada del Salvador entre nosotros. Equipos de trabajo, creativos y generosos, hicieron actual el Evangelio de la alegría y la esperanza.
En continuidad con ese gesto navideño vivido por nuestras comunidades, deseo proponer a las comunidades parroquiales en esta Cuaresma, una campaña solidaria que recoja útiles escolares, los imprescindibles para que nuestros niños y jóvenes puedan comenzar las clases. Seguramente muchos corazones solidarios encontrarán la forma para reunir esos materiales escolares que todos conocemos.
Animo a las Cáritas parroquiales a comenzar esta campaña el mismo Miércoles de Ceniza, uniendo al caminar reflexivo y celebrativo cuaresmal, esta imprescindible dimensión solidaria que ayude a tantas familias que este año tendrán dificultades para mandar a sus hijos a la escuela por falta de materiales. Y que sean las mismas Cáritas parroquiales o los equipos que se formen a este efecto, los que distribuyan esos útiles conforme el conocimiento que tienen de su propia realidad con la misma extraordinaria delicadeza y creatividad que entregaron en Navidad a los hermanos más necesitados de sus comunidades.
Les acompaño el Mensaje del Papa para esta Cuaresma para que puedan compartirlo en los grupos y comunidades parroquiales ayudando la reflexión y las celebraciones de este tiempo de Dios para nosotros.
Con afecto los abrazo y bendigo en Jesús, nuestro Niño Alcalde y buen Pastor.
La Rioja, 9 de febrero de 2017.
+Marcelo Daniel Colombo, Padre Obispo de La Rioja