En
medio del caótico tráfico de Roma, plagado de ruido de sirenas, el día
martes, llegó al aula Pablo VI, en bicleta y con su vestimenta
cardenalicia en la mochila, el cardenal Arzobispo de Lyon, Philippe
Barbarin.
Para la mayoría de los periodistas acreditados, esta fue la
nota de color que pintó el día martes; mientras que, para los que
esperamos que el cónclave sea una visita del Espíritu que nos regale la
primavera de la Iglesia en el año jubilar del Concilio Vaticano II, fue
una primicia destinada a derribar los muros de silencio para comunicar
el tesoro más precioso que tenemos para dar al mundo: la vida del
Evangelio montada ya no sobre un burro, sino sobre una bicicleta, aunque
no fuera el cardenal de Lyon quien la guíe.
Fuente: www.radiomaria.org.ar