martes, 3 de julio de 2012

MES DE JULIO: DEDICADO A LA PRECIOSA SANGRE DE CRISTO


El mes de julio está asociado a la devoción y culto de la Preciosa Sangre de Cristo. El culto a esta Preciosa Sangre es una forma de venerar la santa Humanidad de Jesús, humanidad traspasada por la divinidad del Hijo. La sangre de Cristo está presente en todos los crucifijos. Esa sangre mana de sus cinco llagas. Sus manos y pies, perforados por clavos son un manantial de sangre redentora, y el sagrado costado, atravesado por la lanza es un surtido de gracia, de donde nace la Iglesia. “Uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua” (Jn 19,34). Cuando el evangelista san Juan escribe de esta manera, está venerando esta sangre preciosa del Cordero inmolado, que ha sido la redención del mundo.

El 1 de julio se celebraba en la Iglesia universal la fiesta de la “Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo” (éste era el título litúrgico),

No es casualidad, todo tiene un porque, es la conexión indisoluble de Dios Padre que se manifiesta en la Santísima Trinidad haciendo adorar y reconocer a su Hijo Jesús en Corpus Christi, manifestando su amor y su entrega en el Sacratísimo Corazón de Jesús con la que tiende a honrar la Preciosísima Sangre del Verbo encarnado "derramada por muchos en remisión de los pecados".

En la cruz está el cuerpo de Cristo, flagelado por el sufrimiento, abrumado por la tristeza, víctima inocente cuya muerte nos ha reconciliado con el Padre y nos ha hecho partícipes en la vida misma de Dios. Los brazos extendidos del Señor parecen abrazar toda esta iglesia, elevando al Padre a todos los fieles que se reúnen en torno al altar del sacrificio eucarístico y que participan de sus frutos. El Señor crucificado está por encima y delante de nosotros como la fuente de nuestra vida y salvación, "sumo sacerdote de los bienes definitivos”, como lo designa el autor de la Carta a los Hebreos (Hb 9,11).

La Iglesia no quiere reservar sólo un día para adorar la Sangre de Cristo, es por ello que propone hacerlo todo el mes para que como hermanos aprendamos a ser fervientes defensores la fe católica.



Alma de Cristo (San Ignacio de Loyola)

Alma de Cristo, santifícame.

Cuerpo de Cristo, sálvame. Sangre de Cristo, embriágame.

Agua del costado de Cristo, lávame.

Pasión de Cristo, confórtame.

¡Oh, buen Jesús!, óyeme. Dentro de tus llagas, escóndeme.

No permitas que me aparte de Ti.

Del maligno enemigo, defiéndeme.

En la hora de mi muerte, llámame.

Y mándame ir a Ti.

Para que con tus santos te alabe. Por los siglos de los siglos. Amén