viernes, 6 de julio de 2012

1er VIERNES DE MES, DEDICADO AL "SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS": EL DETENTE


¿Qué es el Detente?
El détente es un refugio y un escudo para librarnos de las tentaciones del maligno. Jesús tuvo una incesante lucha contra el mal espíritu y venció gracias a la confianza en su Padre Celestial. Nosotros también luchamos para no caer en la tentación. La condición del cristiano es la de un luchador constante y, como soldados de Cristo, debemos instaurar su Reino en este mundo.
El “Detente” lejos de ser un talismán mágico es un signo de nuestra confianza en el poder del Señor Jesús. Miramos su Divino Rostro y nos sentimos apoyados por su dulce mirada. Abrimos nuestro corazón delante de esos brazos que siempre están abiertos para recibirnos y perdonarnos.
El “Detente” se puede usar en la ropa o en el auto, no hace falta ninguna imposición especial. La confianza en el Sagrado Corazón de Jesús es suficiente para experimentar los efectos de su Divino Amor y protección.

Origen del Detente

Santa Margarita María de Alacoque escribía a la Madre de Saumaise, Superiora de la Visitación de Dijón: “Nuestro Divino Maestro me ha dicho que desea y quiere que se hagan imágenes pequeñas de su Divino Corazón, para que aquellos que quieran honrarlo las puedan llevar sobre sí”.
El “Detente” corresponde a una de las 12 promesas que hizo Jesús a Santa Margarita María cuando le reveló su Sagrado Corazón: “Seré un refugio seguro durante la vida, y sobre todo en la hora de la muerte”. ¡Qué mejor refugio que el Corazón de Jesús! En ese Corazón se encuentran los divinos tesoros de la misericordia y el perdón de Dios Padre que en Jesús reconcilia a toda la humanidad. El Corazón de Jesús es fuente incesante de donde mana el Espíritu Santo para dar vida a la Iglesia.
En esta práctica recomendada por Santa Margarita al principio fue conocida sólo en las comunidades de la Visitación. Fue la venerable Ana Magdalena Rémuzat, salesa de Marsella, quien la hizo conocer fuera del claustro. Habiendo sabido por revelación hacia 1720, que iba a desencadenarse una gran peste en Marsella, por inspiración divina prometió que los atacados encontrarían auxilios prodigiosos en esa devoción al Sagrado Corazón.
La Santa religiosa ayudada por sus hermanas preparó a mano millares de pequeñas imágenes de este Corazón con la inscripción “Detente el Corazón de Jesús está aquí”. La historia narra que en efecto el azote se detenía muchas veces como por milagro ante dicha imagen protectora. Desde entonces la práctica se extendió a muchos países. En 1748 el Papa Benedicto XIV envió muchos de estos detentes a la Reina de Francia. Y consta que en la revolución francesa innumerables fieles se colocaron con el detente bajo la protección del Corazón de Jesús.

Detente… (Jaculatorias para repetir durante el día)

Cuando sentimos la presencia del enemigo nos refugiamos en el Sagrado Corazón de Jesús y con Él repetimos sus palabras: ¡Aléjate de mí, Satanás! (Mt. 16,23).
Cuando sentimos que nos hundimos como Pedro en el lago, miramos al Sagrado Corazón de Jesús y le decimos: ¡Señor, sálvame! (Mt. 14,31).
Cuando sentimos que la tormenta nos puede hacer naufragar, miramos al Sagrado Corazón de Jesús y le decimos: ¡“Sálvanos, Señor, que nos hundimos”! (Mt. 8,25).
Cuando sentimos que nos queremos bajar de la cruz antes de tiempo, miramos el Sagrado Corazón de Jesús traspasado y le decimos: “Señor, ayúdanos hasta el fin”.
El “Detente” es una señal de fidelidad al Corazón de Jesús, llevarlo con nosotros es como llevar una medalla de la Virgen o de los Santos, es una protección divina contra las tentaciones, especialmente contra los siete pecados o vicios capitales:
“Detente mal espíritu de la soberbia, que me haces olvidar que soy nada y que debo ser humilde”.
“Detente mal espíritu de la avaricia, que me impides dar con generosidad a los pobres y necesitados”.
“Detente mal espíritu de la lujuria, que me privas de vivir la sexualidad como un don de mí mismo para Dios y para los demás”.
“Detente mal espíritu de la ira, que ni me dejar sufrir en paz y con paciencia todas las adversidades”.
“Detente mal espíritu de la gula, que me llevas al desorden en las comidas y en las bebidas privándome de la templanza que debería tener en el apetito”.
“Detente mal espíritu de la envidia, que no me dejas ver con alegría los bienes que los otros tienen”.
“Detente mal espíritu de la pereza para que pueda con diligencia y buen ánimo obrar el bien”.
Estas y otras jaculatorias podemos hacer para vencer con Jesús el poder del enemigo, que nunca será mayor que el poder de Dios. El Padre celestial nunca permitirá que seamos tentados más allá de nuestras fuerzas.

Apostolado de la Oración: Hipólito Yrigoyen 2005 (1089) – Ciudad de Buenos Aires – Tel/Fax: 4952-7051
Web: http://www.apostor.org.ar