La mejor manera de honrar a
la Santísima Virgen, es esforzarse en reproducir sus admirables virtudes,
porque Ella es no solamente nuestra Madre, sino también nuestro Modelo.
María se ha elevado a la
santidad sublime que la caracteriza, no por género de vida excepcional, sino
cumpliendo perfectamente y con espíritu de fe, cada uno de sus actos. Su
existencia ha sido, exteriormente, simple y ordinaria: la observación de la ley
divina: la práctica de las virtudes de su estado, constituye toda su
perfección. El camino que ha seguido, es el que nosotros debemos seguir.
Elevemos los ojos hacia Ella, meditemos su conducta y apliquémonos a reproducir
por nuestros sentimientos, acciones, palabras, lo que admiramos en Ella;
esforcémonos en dar cada día un paso en esta imitación de nuestra Madre; éste
es el modo más seguro de serle agradable.
“El alma de María es el
espejo fiel donde se reflejan, con toda su hermosura, las más sublimes virtudes”,
dice San Ambrosio; que Ella sea nuestro Modelo y la luz de todos nuestros
pasos.
EJEMPLO. - Un santo rey,
gustaba ir, durante las noches de invierno, a visitar a Jesús, en la soledad de
su tabernáculo.
El vasallo que le seguía y
que caminaba detrás, sobre la nieve apenas hollada, temblaba de frío, tenía los
pies lastimados y se quejaba de las fatigas del camino. El príncipe le dijo:
“Pon tus pies en las huellas de mis pasos y te sentirás sensiblemente
aliviado”.
El servidor así lo hizo y
sintió pronto, que un dulce calor lo fortificaba.
Caminemos sobre las huellas
de la Santa Virgen, pongamos nuestros pies en las marcas de sus pasos y
siguiéndola, encontraremos fácil, hasta atrayente, aquello que nos había
parecido al principio imposible o desagradable.
Si al calor de las virtudes
de María nuestro corazón se anima, se sentirá pronto abrasado por un ardor
inextinguible a seguir las huellas de un modelo tan hermoso, es decir, a
imitarla.
PLEGARIA. - ¡Oh María!
recibidme, os ruego, como hijo vuestro; obtenedme la gracia de imitar vuestras
virtudes, particularmente vuestra humildad, dulzura, paciencia y amor a Dios.
Alcanzadme una verdadera devoción hacia Vos y hacia vuestro divino Hijo sin el
cual, nada se puede; enseñadme a soportar las cruces, las humillaciones, y
todas las penas que Dios guste enviarme; haced, en fin, que viviendo en la
práctica de la virtud, pueda morir en vuestros brazos y expirar pronunciando
los nombres de Jesús, maría y José. Así sea.
RESOLUCIÓN. – Me aplicaré a
imitar a la Santísima Virgen, en todas mis acciones.
JACULATORIA. – Santa Madre
de Dios, rogad por nosotros.
Fuente:
www.santisimavirgem.com.ar