Nació en Lima (Perú); cuando vivía en su
casa, se dedicó ya a una vida de piedad y de virtud, y, cuando vistió el hábito
de la tercera Orden de santo Domingo, hizo grandes progresos en el camino de la
penitencia y de la contemplación mística. Murió a los 31 años el día 24 de
agosto como ella misma lo había profetizado.
Santa Rosa de Lima, la primera santa americana canonizada, nació en una humilde familia, aunque la niña fue bautizada con el nombre de Isabel, se la llamaba comúnmente Rosa y ése fue el único nombre que le impuso en la Confirmación el arzobispo de Lima. Rosa tomó a Santa Catalina de Siena por modelo, a pesar de la oposición y las burlas de sus padres y amigos. En cierta ocasión, su madre le coronó con una guirnalda de flores para lucirla ante algunas visitas y Rosa se clavó una de las horquillas de la guirnalda en la cabeza, con la intención de hacer penitencia por aquella vanidad, de suerte que tuvo después bastante dificultad en quitársela. Como las gentes alababan frecuentemente su belleza, Rosa solía restregarse la piel con pimienta para desfigurarse y no ser ocasión de tentaciones para nadie.
Una dama le hizo un día ciertos cumplimientos
acerca de la suavidad de la piel de sus manos y de la finura de sus dedos;
inmediatamente la santa se talló las manos con barro, a consecuencia de lo cual
no pudo vestirse por sí misma en un mes. Estas y otras austeridades aún más
sorprendentes la prepararon a la lucha contra los peligros exteriores y contra
sus propios sentidos. Pero Rosa sabía muy bien que todo ello sería inútil si no
desterraba de su corazón todo amor propio, cuya fuente es el orgullo, pues esa
pasión es capaz de esconderse aun en la oración y el ayuno. Así pues, se dedicó
a atacar el amor propio mediante la humildad, la obediencia y la abnegación de
la voluntad propia.
Aunque era capaz de oponerse a sus
padres por una causa justa, jamás los desobedeció ni se apartó de la más
escrupulosa obediencia y paciencia en las dificultades y contradicciones.
Rosa tuvo que sufrir enormemente por parte de quienes no la comprendían.
Rosa tuvo que sufrir enormemente por parte de quienes no la comprendían.
El padre de Rosa fracasó en la
explotación de una mina, y la familia se vio en circunstancias económicas
difíciles. Rosa trabajaba el día entero en el huerto, cosía una parte de la
noche y en esa forma ayudaba al sostenimiento de la familia. La santa estaba
contenta con su suerte y jamás hubiese intentado cambiarla, si sus padres no
hubiesen querido inducirla a casarse. Rosa luchó contra ellos diez años e hizo
voto de virginidad para confirmar su resolución de vivir consagrada al Señor.
Al cabo de esos años, ingresó en la
tercera orden de Santo Domingo, imitando así a Santa Catalina de Siena. A
partir de entonces, se recluyó prácticamente en una cabaña que había construido
en el huerto. Llevaba sobre la cabeza una cinta de plata, cuyo interior era
lleno de puntas sirviendo así como una corona de espinas. Su amor de Dios era
tan ardiente que, cuando hablaba de El, cambiaba el tono de su voz y su rostro
se encendía como un reflejo del sentimiento que embargaba su alma. Ese fenómeno
se manifestaba, sobre todo, cuando la santa se hallaba en presencia del
Santísimo Sacramento o cuando en la comunión unía su corazón a la Fuente del
Amor.
Extraordinarias pruebas y gracias
Dios concedió a su sierva gracias
extraordinarias, pero también permitió que sufriese durante quince años la
persecución de sus amigos y conocidos, en tanto que su alma se veía sumida en
la más profunda desolación espiritual.
El demonio la molestaba con violentas
tentaciones. El único consejo que supieron darle aquellos a quienes consultó
fue que comiese y durmiese más. Más tarde, una comisión de sacerdotes y médicos
examinó a la santa y dictaminó que sus experiencias eran realmente
sobrenaturales.
Rosa pasó los tres últimos años de su
vida en la casa de Don Gonzalo de Massa, un empleado del gobierno, cuya esposa
le tenía particular cariño. Durante la penosa y larga enfermedad que precedió a
su muerte, la oración de la joven era: "Señor, auméntame los sufrimientos, pero auméntame en
la misma medida tu amor".