¡Doblemos la rodilla ante el Señor que nos creó! Porque Él es nuestro Dios, y nosotros, el pueblo que Él apacienta, las ovejas conducidas por su mano.
Salmo 95, 6-7
Mis queridos riojanos,
Estamos transitando los días previos a la Navidad y en camino al Tinkunaco, fiesta primordial de nuestra identidad religiosa y cultural. El nacimiento del Señor en nuestra carne, haciéndose uno de nosotros, asumiendo nuestra historia, llevándonos a la condición de hermanos y de hijos de Dios como Él, es un permanente llamado de Dios a recrear nuestra vida cristiana, nuestros sueños y proyectos, nuestros dolores y esperanzas, nuestros dones y compromisos en favor del bien de todos.
Hoy como ayer, aquí en La Rioja como entonces en Belén, Dios viene a nacer entre nosotros y ésa es nuestra alegría. La centralidad de la Navidad echa luz sobre nuestro camino y en la fragilidad del niño Dios somos fortalecidos y animados a crecer en la esperanza. Es esta experiencia profundamente religiosa de la Navidad la que nos lleva a vibrar con el Tinkunaco, expresando vitalmente nuestra adhesión incondicional al Niño Alcalde, Señor de la historia, ante quien rendimos nuestras incapacidades y diferencias para reconocer en Él el origen de la vida y el garante de nuestra convivencia y amistad social.
No es una mera reiteración ritual la que nos llevará a las tres genuflexiones ante el señorío de Dios bajo el tórrido sol riojano del 31 de diciembre. La historia renovará religiosamente su sentido profundo, la certeza honda de que sólo en Él nuestros vínculos se transfiguran pues nos hace capaces de vivir más fraternalmente en justicia y en paz, reconociendo y luchando por la dignidad de cada hombre y de cada mujer, superando toda mezquindad que nos aísla y poniéndonos al servicio de los más pobres, los preferidos de Jesús.
Pero además, en este Tinkunaco queremos comenzar como Diócesis un Año Catequístico que nos ayude a conocer, revisar y compartir en clave misionera, a la luz del Evangelio, de las enseñanzas del Concilio Vaticano II, del Documento de Aparecida y de la reciente exhortación La alegría del Evangelio, del Papa Francisco, el dinamismo de la comunicación de la fe en nuestra Diócesis (en las parroquias y las comunidades eclesiales, en los colegios e instituciones), los distintos itinerarios y pedagogías para anunciar la Palabra y formar comunidades animadas por la vida y el ministerio de Jesús de Nazaret que “pasó haciendo el bien” (Hechos 10,38).
Queremos conocer mejor nuestra realidad para poder vivir como discípulos misioneros del Señor de cara a los desafíos de la vida de nuestro pueblo de hoy. Aparecida nos habla de conversión pastoral de estructuras que muchas veces en vez de posibilitar la eficacia de nuestra presencia misionera en la historia humana, hacen lentas e inadecuadas nuestras respuestas.
La Iglesia “en salida” de la que nos habla el papa Francisco, lejos de encerrarse en una autorreferencialidad egoísta, sale al encuentro de todos, especialmente de los más alejados y excluidos que pueblan las nuevas periferias humanas pero muy presentes en el centro del corazón del amor de Dios.
Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación. La reforma de estructuras que exige la conversión pastoral sólo puede entenderse en este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad (La alegría del Evangelio, n. 27)
De ahí la importancia de conocer nuestra realidad catequística para poder afrontar no sólo la necesidad de una sana puesta en común de métodos concretos, textos o experiencias, sino nuestra conversión pastoral para profundizar la identidad misionera de nuestra Diócesis así como su presencia evangelizadora en la sociedad.
La pastoral en clave de misión pretende abandonar el cómodo criterio pastoral del «siempre se ha hecho así». Invito a todos a ser audaces y creativos en esta tarea de repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores de las propias comunidades (La alegría del evangelio, n. 33)
En el camino del Año Catequístico Diocesano tendremos también la oportunidad de reflexionar cómo asegurar los espacios de formación de catequistas donde no los hay (seminarios catequísticos en los decanatos así como jornadas y talleres de formación permanente de catequistas parroquiales y escolares) y fortalecer el surgimiento de otros ministerios eclesiales muy importantes en relación con nuestra Iglesia particular (animadores de comunidades eclesiales, misioneros diocesanos y servidores de Cáritas).
En este Año Catequístico Diocesano queremos además, sentar las bases para el discernimiento y la formación de quienes se sienten llamados al diaconado permanente, ministerio que nos presenta vigorosamente el rostro servicial de la Iglesia samaritana.
En los próximos días les llegará un pequeño y provisional cronograma de las actividades que se irán cumpliendo en distintas instancias (encuentros, reuniones y asambleas) y niveles (parroquial y decanal) para concluir en una Asamblea Catequística Diocesana destinada a ser un punto de referencia para nuestra tarea evangelizadora de los próximos años, mojón imprescindible en la formulación de un plan pastoral diocesano.
Por eso, les quiero pedir encarecidamente a los sacerdotes y responsables de comunidades que trabajemos en clave sinodal, es decir, ofreciendo y garantizando un camino de participación de todos los sectores y agentes de pastoral, laicos y consagrados de las distintas parroquias y comunidades. Convoquemos si aún no tenemos y renovemos si ya están, aquellos organismos que la Iglesia nos propone como instancias de diálogo y participación, los Consejos pastorales y consejos de asuntos económicos entre otros. A nivel diocesano, estamos terminando de constituir el Consejo Presbiteral y el próximo año convocaremos el Consejo diocesano de Pastoral y el Consejo de Asuntos Económicos.
En la vivencia plena de la Navidad, seamos vigorosos portadores de la gran noticia de Jesús, el buen Pastor que viene. En el clima del Tinkunaco, salgamos al encuentro de todos para llegar a Él, nuestro Niño Alcalde.
La Rioja, 19 de diciembre de 2013.
+Marcelo Colombo, Padre Obispo de La Rioja